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Faltaba un solo día para que Violeta Hodar se convirtiera en Violeta Pérez, y la novia estaba que echaba humo porque la estúpida de su vecina todavía no le había devuelto su preciado anillo de compromiso.

¡Cómo se suponía que iba a subir el altar sin el anillo de Ezequiel! ¡Qué le iba a decir en el momento en que le preguntara por él! Hasta ahora había conseguido evitar comentarle el extravío de la alianza sugiriéndole que era tan caro que le daba miedo que se lo robaran, por lo que lo tenía guardado en la caja fuerte. A saber dónde narices guardaba realmente Chiara Oliver su anillo, seguro que lo tenía por algún lugar tirado despreocupadamente.

Violeta había esperado hasta el último momento para darle la oportunidad a Chiara de ser una buena persona y devolver el objeto robado, pero estaba visto y comprobado que la Salvaje nunca había sido una buena persona.

¡Decidido! Esa era la noche en la que recuperaría su anillo, no podía esperar ni un segundo más a que esa majadera hiciera lo correcto, pero ni loca iría sola, esperaría a que ella no estuviera en casa y cometería un allanamiento de morada con la inestimable ayuda de sus hermanas. Seguro que ellas no le negarían nada de lo que les pidiera, después de todo era su encantadora hermana pequeña y ellas la adoraban.

—¡Estás loca? ¡Ni por todo el oro del mundo te voy a ayudar a robar en casa de nuestra amiga Kiki!— exclamó Martina tras escuchar la proposición de Violeta.

Ella miró suplicante a Tana a la espera de su respuesta.

—Violeta, tú sabes lo alocada que soy, pero, en serio, ¿allanamiento de morada? ¿No te parece algo demasiado drástico? ¿Por qué no le pides el objeto que te ha quitado y ya está?—

—¿Es que acaso no creéis que lo he intentado, que no le he suplicado y llorado que me lo devuelva?—

—Violeta, tú no sabes suplicar, seguro que más bien se lo has ordenado— sentenció Martina.

—¡Sois mis hermanas, se supone que tenéis que apoyarme en todo!—

—Sí, Violeta, pero no en un robo. Además, ¿qué es eso tan importante que te ha quitado, a ver?— quiso saber Martina, interesada.

—Mi anillo de pedida— murmuró después de unos momentos de indecisión en los que no supo si contárselo a sus hermanas o no. —¡Vale, me robó descaradamente mi alianza de pedida y se niega a devolvérmela! ¿Cómo me presento mañana ante el altar sin ella?—

—¿Se puede saber cómo te robó Chiara tu anillo de pedida sin que te dieras cuenta?—
indagó Tana asombrada.

—¡Eso no es de vuestra incumbencia!— contestó Violeta sonrojada al recordar el momento exacto de la pérdida del anillo.

—¡Has intentado emplear la amabilidad y el encanto, para variar, a la hora de pedirle que te lo devuelva?— curioseó Martina.

—¿Crees que eso me va a funcionar con
Chiara Oliver, la mujer que me lleva torturando desde pequeña?—

—Violeta, os torturabais mutuamente, por eso nos negamos a meternos en medio de vuestras peleas— señaló Martina.

—Bien, si no me ayudáis me veré obligada a decirle a Ezequiel que vais a su despedida de soltero. Sé que estáis deseosas de asistir.— chantajeó Violeta admirando la cara de espanto de sus hermanas. —Ah, y no tendré más remedio que sentaros junto a mi cuñada y a mi suegra, ya que creo que no hay otro sitio libre para vosotras.—

La cara de sus hermanas pasó del espanto al horror en pocos segundos. Esperó a que asimilaran la terrible situación antes de añadir.

—Claro que, si me ayudáis, siempre puedo excusaros con Ezequiel o buscaros otros asientos más adecuados, quizá junto a las damas de honor.—

Mi perfecta señoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora