Toda Terrassa esperaba con nerviosismo el momento en el que la novia entrara en el templo. A pesar de que la boda hasta ahora parecía marchar sin contratiempo alguno, los vecinos del pueblo aún hacían apuestas sobre si Violeta terminaría por casarse con Don Perfecto o si huiría antes de llegar a pronunciar el «sí, quiero».
La iglesia estaba llena a rebosar, no sólo habían asistido al evento los familiares de ambos contrayentes, sino que todos y cada uno de los habitantes del pequeño pueblo esperaban con impaciencia presenciar el rito del matrimonio, ya fuera dentro o fuera del recinto.
La mitad de los presentes opinaba que
Violeta sería raptada por Chiara en mitad de la ceremonia, la otra mitad, que Violeta no llegaría a entrar en la iglesia. Solamente unos pocos osaban comentar que Violeta finalizaría la boda, casándose con el perfecto Ezequiel.Todo estaba listo, la iglesia estaba esplendorosa por los adornos florales de delicadas rosas blancas. Lazos de seda de color nieve engalanaban los asientos de los invitados y una gran alfombra roja indicaba a los novios
el camino hasta el altar.El novio aguardaba pacientemente junto al altar, las damas de honor y sus acompañantes ya habían sido colocados en su lugar, la madrina permanecía al lado del novio y únicamente faltaba la imprescindible presencia de Violeta Hodar y su padre.
La pequeña orquesta de música clásica comenzó a tocar y los niños del coro entonaron una hermosa canción. Las puertas se abrieron y Violeta irrumpió de una forma atolondrada y desorientada.
Antes de que la novia comenzara a caminar hacia su futuro, una niña de unos cuatro años esparció pétalos de rosas lentamente por el camino. Violeta agarraba con fuerza el brazo de su padre mientras, absorta en sus pensamientos, continuaba preguntando por Chiara sin prestar ninguna atención a lo que ocurría a su alrededor.
—¿Por qué se va, papá?— quiso saber Violeta, confusa.
—Porque no quiere ver como haces tu vida con otro que no sea ella— contestó murmurando el señor Hodar.
—Pero el pueblo es lo suficientemente grande para las dos...—
—Cielo, si tu madre me dejara por otro y yo tuviera que ver día a día cómo rehace su vida junto a él, no podría soportarlo. Creo que Chiara es una mujer muy fuerte, pero todos tenemos un límite, y ese límite para Chiara eres tú.—
—Pero no puede irse...— manifestó Violeta.
—Bueno, cariño, ahora lo que tienes que pensar es en tu futuro— indicó Juan Carlos ayudándola a caminar despacio hacia Ezequiel Pérez Sánchez III.
Mientras Violeta se acercaba cada vez más a su novio, el dinero iba cambiando de manos a lo largo del enorme pasillo, pero alguna que otra persona se negó a pagar hasta presenciar el final de la hermosa ceremonia. El pasillo se me hacía larguísimo. Con cada paso que daba parecía alejarme más de mi destino en lugar de acercarme a él, y eso no me asustaba, no estaba impaciente por llegar junto a Ezequiel ni por decir el consabido «sí, quiero» ni por comenzar una vida junto a él.
No estaba deseosa de que terminara mi boda para que todos me comenzaran a llamar señora Pérez. No sentía esos nervios previos a un casamiento que hacen imposible mantenerse serenas a las futuras esposas, pero sí que tenía todas las dudas del mundo cuando miraba a mi futuro marido.
Eso me hizo reflexionar sobre si verdaderamente él era el adecuado.
¿Por qué ahora, justo antes de que mi precioso sueño de la infancia se llevara a cabo, me daba cuenta de que eso no era en el fondo lo que yo deseaba?Miré a Ezequiel y lo vi perfecto, sin una arruga en su elegante traje, ninguna duda en su hermoso rostro... Era como siempre, la perfección personificada, y fue entonces cuando mi revoltosa mente comenzó a compararlo con Chiara, ella siempre desordenada y salvaje Kiki.
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Mi perfecta señorita
Teen FictionVioleta Hodar y Chiara Oliver se declararon la guerra desde pequeñas. En cuanto se conocieron se convirtieron en acérrimas enemigas, pues ella es "Señorita perfecta" y ella una niña un tanto salvaje.