Toda Terrassa estaba revolucionada con la vuelta de Violeta.
Cada vez se parecía más a la niñita impecable que era antes de que Chiara Oliver se cruzara en su camino. La mitad del pueblo estaba feliz de que Doña Perfecta hubiera encontrado a su media naranja, ya que ella y Ezequiel Pérez Sanchez III, quien era conocido ya por todos como Don Perfecto, eran indiscutiblemente la pareja ideal.
Pero eso era sólo lo que pensaban algunos, ya que la otra mitad de la población de este pequeño pueblo estaba a favor de Chiara Oliver, la Salvaje. Estos aburridos lugareños mantenían que, sin las discusiones entre Violeta y Chiara, todo sería mucho más tedioso, por lo tanto, si alguien tenía que estar con Violeta, que fuera aquella que la hacía ser ella misma y no un clon de la perfección.
Como las discusiones sobre este tema comenzaron a hacer que los vecinos se enemistaran, el jefe de policía lo solucionó de la manera simple en la que siempre habían remediado estas disputas, Pablo limpió el polvo a su vieja pizarra, que llevaba un par de años en el trastero, y la dividió en dos mitades.
En una de ellas escribió «Don Perfecto» y en la otra «La Salvaje».
A partir de ese día se admitieron apuestas
¿Quién se casaría finalmente con la querida Violeta? ¿El hombre perfecto o la salvaje apenas domesticada?—¡Se aceptan apuestas, señores!— gritó
Pablo felizmente en su bar, celebrando la pérdida del hastío y la llegada de Doña Perfecta de nuevo a su hogar.Tana entró en el bar de Pablo a tomar una cerveza y, como pasaba últimamente cada vez que cruzaba esa puerta, todos y cada uno de los ojos que allí había se dirigieron expectantes hacia ella. Pablo le sirvió incluso antes de que ella pidiera, y los parroquianos volvieron sus asientos hacia ella esperando impacientemente a que hablara.
—Chiara lo lleva fatal— comentó Tana señalando los puntos marcados en la pizarra.
—Las apuestas están cinco a uno, y por ahora la Salvaje no ha conseguido ningún tanto— señaló Pablo.
—No, la verdad es que no le va nada bien. Mi hermana no atiende sus llamadas, le devuelve sus regalos y, al mismo tiempo, sigue saliendo con Don Perfecto.—
—¿Y qué hace Chiara mientras tanto? Porque hará algo, ¿no?—
—Sí, hacer que Martina y yo la acompañemos continuamente a espiar las citas de Violeta. En lo que va de mes ha tenido más citas conmigo de las que ha tenido jamás con mi hermana.—
—Tal vez con un bonito presente consiga
que la perdone.——Compitiendo con ese tío es imposible si Kiki manda un hermoso ramo de flores silvestres, Don Perfecto manda dos docenas de rosas rojas. Que decide regalarle un tierno oso peluche, Don Perfecto envía un peluche de un panda de un metro de alto... y así llevamos todo el mes. Y encima, como Violeta sigue furiosa con Chiara, le devuelve todos sus regalos hechos pedazos, las flores las desmenuza, los peluches los apuñala...—
—¿Cómo está Chiara?— preguntó Pablo preocupado.
—Pues abatida por los desplantes de Violeta y furiosa con Don Perfecto. He tenido que convencerla más de una vez de que no puede secuestrar a ese tío y abandonarlo en el desierto.—
—Entonces, ¿por quién apuestas?—
indagó interesado en anotar a un nuevo jugador.—Por Chiara, siempre por Kiki— contestó apoyando a su amiga.
—Pero, por lo que me has dicho, Chiara no puede ganar.—
—Me da igual, mi hermana no es un juego y, a pesar de que ese tipo sea Don Perfecto, no veo en sus ojos lo que sí veo en los de Chiara.—

ESTÁS LEYENDO
Mi perfecta señorita
Подростковая литератураVioleta Hodar y Chiara Oliver se declararon la guerra desde pequeñas. En cuanto se conocieron se convirtieron en acérrimas enemigas, pues ella es "Señorita perfecta" y ella una niña un tanto salvaje.