Habían pasado dos años desde que Violeta se marchó de nuevo a la universidad. Durante las Navidades había estado ocupada con su nuevo trabajo, y en verano, con tan sólo unas pocas semanas de vacaciones, no tuvo tiempo de regresar a casa.
Dos años sin poder ver su rostro ni oír nuevamente su risa, dos años recibiendo noticias a través de sus hermanas y padres, dos años que Chiara Oliver había pasado mejorando su forma de ser y su vida para poder tener un futuro junto a Violeta. La casa del lago había pasado de ser un horrible montón de ruinas a una asombrosa construcción de paredes blancas, tejas rojas y ventanas de vidrios embellecidos por hermosos dibujos. El interior disponía de nuevos suelos de madera y una hermosa combinación de muebles rústicos y clásicos, la mayoría de ellos fabricados por ella.
Chiara ya no se encerraba en la casa del lago para evitar a sus vecinos, ahora ése era su hogar. Después de la marcha de Violeta había vuelto a salir, y sus amigas y vecinos la habían ayudado a labrarse un futuro ahora poseía una pequeña tienda de muebles e instrumentos ya que otro de sus alivios después de la ida de Violeta había sido tocar el piano y aprender a componer, había ganado bastante dinero comprando casas viejas del pueblo para luego reformarlas y venderlas a un coste mucho más elevado.
Su socio en este negocio era el señor Hodar. Cuando Juan Carlos vio la que fue su vieja casa del lago convertida en un espléndido hogar, no tardó mucho en tocar a su puerta y ofrecerle un trabajo. La primera vivienda para rehabilitar la compró el señor Hodar, Chiara puso algo de dinero para los materiales y juntos pagaron alguna que otra ayuda a bajo coste. El resultado fue que ganaron el triple de lo invertido.
Chiara se quedó con el veinte por ciento, suficiente para que la siguiente casa la compraran a medias y corrieran a partes iguales con los gastos. El resultado fue mejor que el anterior, ya que los nuevos propietarios quedaron tan encantados que pagaron cuatro veces su valor inicial. En total había realizado ya cinco reformas, ganando finalmente una considerable cantidad de dinero para poder abrir una pequeña tienda.
Su madre, animada por la idea, había insistido en encargarse de vender los muebles que Chiara fabricase, así, ella únicamente tenía que construirlos en su casa y llevarlos a la tienda del pueblo, donde Emma apuntaba encargos especiales de los vecinos, ya fueran de muebles o de arreglos en sus hogares, hasta que un día Chiara llego con un viejo y anticuado piano de madera el cual ya se caía a trozos, no hablo con nadie y se lo llevo a la parte trasera de la tienda.
Tardo varios días y varias entregas fallidas hasta conseguir todos los instrumentos necesarios para reformar aquel piano el cual una vez termino de arreglar se dispuso a tocar animando los oídos de toda la gente que entraba a comprar algo en aquella tienda.
De esta manera, Chiara con tan sólo veintiséis años, disponía de un hermoso hogar y un futuro prometedor. Ahora nada más le faltaba convencer a Doña Perfecta de que se casara con ella, y eso era, sin duda alguna, lo más difícil de todo.
—Dime una vez más por qué te estoy ayudando a cargar con este armatoste en mi día libre— se quejó Martina entre resuellos, ya que estaba ayudando a Kiki a bajar un pesado escritorio de un camión que anunciaba «Muebles La Salvaje».
—Porque te prometí fabricar una mecedora para tu madre y una librería para tu padre.—
—¡Joder, Kiki! ¿Por qué no haces los muebles en la tienda? Así no tienes que utilizar a tus amigas como mulas de carga cuando los muebles pesan como diez hombres.—
—No exageres, sólo pesa como cinco— contestó Chiara posando delicadamente el escritorio en el suelo de la acera para tomarse unos segundos de descanso antes de volver a cargar con él hacia el interior de la tienda.
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Mi perfecta señorita
Fiksi RemajaVioleta Hodar y Chiara Oliver se declararon la guerra desde pequeñas. En cuanto se conocieron se convirtieron en acérrimas enemigas, pues ella es "Señorita perfecta" y ella una niña un tanto salvaje.