Capítulo 3: En el palacio bajo las colinas huecas

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*Aderyn, la hija menor de la reina Titania, hacía tiempo que vivía entre humanos comportándose como tal, favoreciendo a unos y engañando a otros. Le encantaba desconcertar y despertar las pasiones más ardientes en los corazones de aquellos que tenían la mala suerte de despertar su interés. Disfrutaba de la vida humana y sus placeres a su antojo. Porque Aderyn gustaba de encapricharse de hombres jóvenes a los que seducía sin piedad. Poco le importaba que estuvieran comprometidos o no.

Ella solo vivía por y para el juego, para la seducción.

Y era la mejor en su campo.

Nadie se resistía, ni osaba a resistírsele. Sin embargo tras lograr su objetivo, el hada solía descartar a su enamorado cruelmente. Ignorando muchas veces las súplicas para hacerla volver. Porque Aderyn nunca cedía.

Caprichosa, voluble y temperamental como era, solía perder enseguida el interés tras conseguir la atención de quien hubiera tenido la desgracia de caer en sus redes feéricas. Esa era su manera de matar el tiempo y divertirse, aunque su madre lo desaprobara.

Aunque hiciera tiempo que su reputación se hubiera perdido entre los chismorreos malintencionados de la corte. Poco importaba que su belleza sobrenatural la hiciese parecer un ángel. Sus cabellos plateados y sus ojos almendrados de un intenso violeta poco podían hacer por reparar su mala fama.

Ella había osado a romper uno de los tabúes más sagrados de la ley de las hadas. Y no le importaba lo más mínimo. Era una princesa y como tal se creía que podía hacer lo que le diera la gana. Sus padres hacía tiempo que habían desistido en hacerla cambiar de idea. Oberon y Titania se lamentaban pero no podían hacer nada para cambiar la actitud de su hija rebelde. Sus hermanas que la querían y la envidiaban por igual, tampoco habían conseguido disuadirla de que cambiara de actitud.

Aderyn sin embargo, lo tenía claro. Le interesaban los humanos aunque esto último estuviera vedado para los de su raza y condición. Pero era por eso mismo que aquellas criaturas frágiles, de vidas breves habían despertado su atención.

Ahora todo el mundo lo sabía.

También se había vuelto muy popular entre los jóvenes fae quienes para disgusto de sus familiares intentaban emularla con resultados dispares. La magia de las hadas estaba muy viva por este motivo en Montrose. Aunque por desgracia, no todas las fae podían hacer lo que quisieran a su antojo sin recibir un castigo. Y sin embargo, aquel asunto le importaba bien poco a Aderyn más centrada en satisfacer sus propias necesidades que en preocuparse por las consecuencias de sus actos.

Su corazón estaba reservado para un humano en especial.

Lo supo desde el mismo instante en que escuchó su voz dulce y profunda resonar en el salón de piedra. Él y solo él tras milenios de silencio por parte de los humanos se había atrevido a convocar a la mismísima reina de las hadas en el sagrado círculo de piedra aquel Beltene y no pudo evitar que la curiosidad la dominase.

Necesitaba saber más de la criatura que había tenido el valor de romper el silencio y pedirle a su madre aquel favor. Titania indignada no había accedido a devolverle al hombre a su amada. Porque estaba prohibido y no podía ir contra natura. La joven pareja del hombre hacía tiempo que había dejado el mundo de los vivos y él estaba dispuesto a sacrificar cualquier cosa con tal de recuperarla.

Pero Titania, inflexible acabó por perder la paciencia. Máxime a que lo acompañaba una bruja blanca que le provocaba aversión. ¿Cómo se había atrevido? Tanto tiempo de silencio y olvido para luego ser convocada para saltarse las reglas.

Con encanto  [Parte II]Where stories live. Discover now