Capítulo 1: Una reunión en familia

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Me había prometido al hombre más maravilloso del mundo

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Me había prometido al hombre más maravilloso del mundo. Eso me decían mis amigas.  Y yo no podía estar  más de acuerdo, era perfecto. 

Sólo tenía una pega: era inmortal.

 Y con forme llegaba la fecha fijada para el enlace yo me iba poniendo cada vez más nerviosa. Me casaba con un multimillonario venido a menos que había aparecido en mi vida a penas un mes antes con una tentadora oferta de trabajo en una lúgubre mansión familiar bajo un pretexto falso. 

Tras descubrir que teníamos un pasado común y usado mis poderes como vidente pudimos dar descanso a las almas que vivían atormentadas por un espíritu maligno e impedir de paso, que un par de demonios  se salieran con la suya. 

La puerta del inframundo fue cerrada y los espíritus atormentados de mis dos  amores del pasado: Anthony Brown y Terence G. Grandchester pudieron por fin descansar en paz.

 Pero por desgracia, la severa tía de mi prometido decidió quedarse en este plano de la existencia para "cuidar" de su sobrino  favorito.

—No descansaré, ni me iré al otro mundo  hasta que no te vea convertido en un hombre mortal, querido William. Quiero que madures y seas más responsable;  y  también quiero ayudarte a romper el maleficio de esa estúpida hada. Todavía no me puedo creer que hayas sido tan insensato...— Mascullaba cuando tenía la oportunidad. A la par que, inmisericorde añadía — y no entiendo cómo fuiste capaz de llegar tan lejos. Te advertí de las consecuencias que conllevaban convocar a esos impredecibles y caprichosos seres.

William puso los ojos en blanco cuando su familiar le reprochó su error del pasado. Un error  que lo había traído hasta mí.

—Tía, me quedó claro, de veras. Gracias por tu comprensión. Pero ahora mismo tengo otro asunto entre manos.—Dijo mirándome fijamente con aquellos hermosos ojos celestes.

—¿No me digas que te vas a casar con ella?—inquirió  mordaz y señalándome con el dedo.

—Por supuesto que nos casaremos...—Afirmó él rotundo.

—¿Y ella está de acuerdo?

Hablaba como si yo no estuviera presente  y aquello empezaba a molestarme.

—Estoy de acuerdo, señora Ardlay. Y nunca he estado más segura de algo en  toda  mi vida.—Dije aferrándome al brazo de mi prometido.

La tía se acercó más a mí. Su imponente presencia me intimidaba.

—Pero querida, morirás... Y él se quedará solo. Sobrevivirá a vuestros hijos ¿crees que eso es justo?—me preguntó entrecerrando los ojos,  mientras se cruzaba de brazos 

Él  también estaba con los brazos cruzados, mirándola con cierta expresión de reproche en los ojos. Parecía a punto de perder la paciencia. Aspiró aire, me miró e iba a decir algo  pero yo le  salí al paso.

—Ya lo hemos hablado. No es justo...Cierto. Pero quiero pasar el resto de mi vida con él.—Respondí apretándole la mano con complicidad. Era cálida al tacto.

La mujer insistió intentando hacerme cambiar de idea.

—Querida, lo entiendo. Pero tú te marchitarás, envejecerás. Y él  en cambio, permanecerá joven y apuesto ¿En serio eso es lo que quieres? Puede que incluso se acabe enamorando de otras muchachas. Bien sabe Dios que en la vida hay más de un amor y además, apuesto a que todavía no sabes nada de tí misma, ni de lo que eres capaz de hacer.  Y, hummm...Puede que no seáis tan compatibles como crees después de todo, niña.— Aventuró con la compasión escrita en sus ojos oscuros mientras me dirigía una mirada escrutadora. 

 Bien, la tía estaba usando toda su artillería para  intentar disuadirme. Debo confesar que aquello no me hacía ninguna gracia  ¿Cómo que todavía no sabía nada de mí misma, ni de lo que era que capaz de hacer? ¿A qué se refería? Empezaba a parecerme  odiosa.

Imaginar a otros brazos rodeando aquel torso y otros labios besando su boca en el futuro mientras yo estaba criando malvas,  hacía que me muriera de celos. Pero yo lo amaba. Así que dejó de molestarme el pensar que cuando yo no estuviera él  seria feliz con otra mujer. Yo quería pasar el resto de mi vida a su lado y también era consciente de que me  iría  de este mundo sabiendo que lo que habíamos compartido había merecido la pena. Sólo importaba el aquí y el ahora y este presente sólo nos pertenecía a nosotros. 

Suspiré.

Los ojos penetrantes de la tía de Albert  buscaron mi respuesta.

—No me importa, señora Ardlay. Yo seré feliz si él lo es.—Dije esbozando mi mejor sonrisa.

Los ojos de Albert me miraron conmovidos. Sin decir  nada,  me tomó por el talle y me dio un tierno beso que me dejó sin aliento.

 Y luego  le dijo sonriente:

—Ahí lo tienes, tía.  Y por eso es por lo que la amo. Siempre la he amado y aunque el tiempo que estemos juntos sea limitado, será feliz y pleno. Yo me encargaré de  hacer mi parte...—Dicho esto, me tomó la barbilla y me dio un segundo beso en los labios.

Deliciosas sensaciones me recorrieron el cuerpo haciendo que la sangre acudiera a mis mejillas. Mis ojos brillaban y él leyendo mis pensamientos sonrió irresistiblemente. Me hizo feliz saber que le importaba poco lo que pensara el único familiar vivo que le quedaba en este mundo.

Que la desafiara abiertamente manifestaba su amor incondicional por mi.

—¡William...! ¡Oh...Por el amor de Dios esto es inaudito!— Exclamó escandalizada la mujer antes de desaparecer.

El orbe azul se deslizó rápidamente hacia la puerta  hasta que lo perdimos de vista.

Los dos nos miramos y nos  echamos a reír.

—La tía Elroy no ha cambiado en absoluto. Debes perdonarla, Candy. Ella sólo quiere protegerme del dolor...Pero no puedo dejar que decida por mí. —Dijo mirando hacia donde había desaparecido.

En ese momento volvió a mirarme, tomó mi rostro entre sus suaves manos y acariciándome los labios con su dedo índice susurró.

—¿En dónde estábamos...?

Yo sonreí con picardía y los ojos brillantes anticipando el beso que le siguió.

Era apasionado, dulce, cargado de emoción. 

Un sentimiento puro y poderoso que nos hizo olvidarnos del presente, mientras nuestros cuerpos se fundían en uno. Dando y tomando el uno del otro hasta perder la noción del tiempo. ¿Podía una persona morir de felicidad en brazos de su amado? Yo sinceramente, así lo creía. Porque no podía imaginarme que pudiera existir algo parecido, ni mucho menos ser merecedora del amor de aquel ángel encarnado que había había pasado  y sacrificado tanto por  encontrarme.


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Con encanto  [Parte II]Where stories live. Discover now