El pueblecito de Montrose en la región de Angus en Escocia era precioso, discreto y con grandes playas de las que disfrutar en verano. Había muchos rincones preciosos para descubrir y disfrutar. Yo me sentía pletórica de felicidad. No me podía creer que semejante suerte me hubiese sonreído a mí, una pobre enfermera recién titulada, sin un céntimo encima y con el don de ver a los espíritus de los que habían fallecido. Yo que había pasado por innumerables dificultades, por no hablar de mi mala suerte patológica, me había enamorado de un ex millonario excéntrico que aún conservaba parte de sus privilegios de clase. No sabía que aún pudiera permitirse el lujo de poder volar en jet privado. Precisamente me había traído hasta allí para enseñarme el lugar donde habían vivido sus antepasados.
Tras aterrizar en el aeropuerto de Aberdeen, habíamos alquilado un utilitario y conducido hasta la mansión ancestral de los Ardlay, que estaba situada en un apartado risco, cerca del mar y rodeada de un denso bosque de robles. La casa, de estilo eduardiano era sobria y majestuosa se destacaba entre los árboles, como un monumento glorioso de otras épocas pasadas. William se había encargado de pagar a algunas personas de confianza de la población local para que fuera atendida mínimamente. No era una casa que usara a menudo, como me confesaría más tarde pero la ocasión era perfecta. Quería hacerme partícipe de su felicidad.
El aire era perfumado, puro y fresco. Nada que ver con la polución ruidosa de Chicago.
En aquel lugar, todo parecía haberse detenido en el tiempo. La vida evolucionaba de manera lenta y sencilla ante mis ojos urbanitas acostumbrados a las prisas y al estrés.
—Oh...esto es precioso, William. —Dije mientras me colgaba de su brazo.
Albert reía abiertamente mientras me decía que aquella propiedad era de lo poco que había podido conservar antes de que la ruina se llevase por delante casi todo su patrimonio.
—Fue una época de mi vida que prefiero no recordar...—Me dijo con la mirada ensombrecida.
Yo me arrimé más a él buscando consolarlo y lo rodeé con mis brazos mientras apoyaba su rubia cabeza en mi pecho. Ahora estábamos juntos, nada me importaba más.
—Lo siento...—Le dije conmovida.
—No te preocupes, ahora eso carece de importancia.
A mi me apetecía quedarme, podría enamorarme sin remedio de aquel lugar mágico y olvidarme de todo. Porque me sentía liberada de las presencias que durante toda mi vida me habían estado observando, benévolamente en la mayoría de las ocasiones. Otras veces, por desgracia, sus intenciones no habían sido ni tan pacíficas, ni tan benévolas. Como bien recordaba tras el encuentro espantoso con Eliza y Neal Lagan en Estados Unidos. Eliza por suerte había ido al infierno pero Neal todavía se mantenía anclado a este mundo. Y muchas veces me preguntaba si lo volvería a ver alguna vez.
Tras nuestro encuentro en el Miami Resort Inn me constaba que seguía enamorado de mi yo del pasado y nos guardaba mucho rencor, tanto a mí como a William. Sin embargo, mucho me temía que para su propio disgusto su presencia en el Miami Resort Inn se había convertido en una suerte de atracción turística de la que William había empezado a sacar rendimiento económico. Frikis de los fenómenos paranormales habían empezado a ser huéspedes asiduos del hotel a la búsqueda de las manifestaciones del espíritu hostil. Se prestaban para grabar con entusiasmo sus apariciones con el móvil y sus vídeos eran compartidos en las redes sociales, convirtiéndose muchas veces en virales, para desgracia de Neal. Aquello aunque desafortunado para él, no dejaba de tener su gracia para mí.
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Con encanto [Parte II]
FanfictionEl inmortal William Albert Ardlay ha decidido compartir su vida con la enfermera Candice Etwih. Sin embargo, el amor que ambos se profesan será puesto a prueba cuando el hada que lo maldijo lo reclame a su lado. Porque después de todo...una promesa...