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Lo único que quería al subir a mi habitación era ducharme, poder relajarme aunque sean unos minutos bajo el agua caliente.  Lo último que me esperaba era encontrarme a Oscar en el pasillo de mi habitación, después de casi dos años sin vernos, después de que decidiera abandonarme no me gusta la idea de que este aquí. 

-¿Que quieres Oscar?, no entiendo que haces aquí- Sin mirarle siquiera paso delante de el en dirección a mi habitación, al llegar a mi puerta, su mano agarra mi brazo y me gira para encararme con el. 

-He descubierto que te viste con una militar, y que a estado en tu ensaño, te prohíbo que la vuelvas a ver.- Me espeta esas palabras, como si se creyera dueño de mi vida. Sin pensar en las consecuencias, le golpeo con todas mis fuerzas.

-No tienes ningún derecho a reclamar nada, ya no eres parte de mi vida, no desde que me abandonaste y nos divorciamos, no eres nadie para mi, desaparece.- Veo como la rabia arde en sus ojos, antes le tenia miedo cuando se enfadaba, pero desde que me abandono y me rompió el corazón deje de temerle. Veo como levanta la mano para devolverme el golpe, pero antes de caer sobre mi, lo veo salir disparado hacia un lado golpeando el suelo con todo su peso. Al mirar bien veo a Val con las venas hinchadas y la mano goteando sangre, al mirar a Oscar tendido en el suelo, inconsciente y con la cara magullada. Me acerco lentamente a ella y apoyo una mano sobre su hombro, su respiración es lenta y pesada, con la boca ligeramente abierta solo le falta que le salga humo. Me mira, sus ojos verdes son mas oscuros de lo que eran, parece que esta en un estado de ira un poco fuera de lo normal. 

-Val, dime que sigues conmigo.- Sus ojos me miran, pero parece que no ven nada, así que simplemente la agarro de la mano y la guio con cuidado hacia mi puerta, abro sin siquiera mirar la puerta y la arrastro al interior, su respiración no cambia y su mirada sigue vacía.  La dejo sentada en la cama y cojo algo de ropa cómoda para ponerme después de la ducha, al final no conseguiré mi ducha relajante. Me doy una ducha rápida  y me pongo el pantalón de chándal y la sudadera antes de que vengan todos para prepararme para el concierto. Al salir del baño veo que no esta sentada en la cama, me invade una sensación de miedo solo para darme cuenta de que esta en la pequeña terraza que tengo en la habitación apoyada en la barandilla con las manos en la cabeza. Me acerco con cuidado y abro un poco la puerta de la terraza, ella sigue sin moverse, al acercarme a ella noto como su cuerpo tiembla, parece que llora pero al fijarme no veo lagrimas, la adrenalina tiene que haber perdido su efecto. Le pongo la mano en el hombro con cuidado y se gira al instante, solo para perderme dentro de la inmensidad de esos ojos verdes que me atrapan cada vez que me miran, en sus ojos veo miedo y  muchos nervios.

-Deberías estar cabreada conmigo después de lo que e echo.- Sigue temblando.

-Me has salvado, no puedo cabrearme contigo, el exige cosas que ya no le corresponden, no después de todo lo que me hizo.-La miro con ternura, no puedo evitarlo al ver como le tiembla la voz al hablar, o como le tiemblan las manos.

La veo agachar la cabeza en gesto de rendición, así que la vuelvo a abrazar atrayéndola hacia mi en un abrazo que se alarga en lo que parecen horas, noto como, poco a poco deja de temblar, entonces me separo y la agarro de la mano para volver a llevarla dentro de la habitación ya que empieza a refrescar, al mirar el reloj, me fijo en que aún tenemos unas tres horas antes de que puedan venir a prepararlo todo, nos sentamos en la cama de nuevo, sin soltarle la mano, por lo menos a dejado de temblar pero me agarra como si fuera a perderse en algún lugar oscuro.

-Val, mírame, no estoy enfadada, ahora estoy preocupada por ti.- La veo levantar la cabeza asombrada por mis palabras y con una mirada de confusión, ante su mirada confusa no puedo evitar que se me escape una risa.

-Yo no me rio, la situación es seria Mónica.- La noto indignarse un poco ante mi risa, por lo que no puedo evitar reírme mas fuerte y al no poder parar de reír, la observo y veo como mi risa se le contagia lentamente y comienza a reír al mismo tiempo que yo. Sin soltarme la mano, poco a poco la risa se va apagando, el ambiente queda un poco mas relajado, me fijo en nuestras manos, las mías, tan finas con las uñas perfectamente pintadas y las suyas, tan robustas, trabajadas y tatuadas, son dos polos opuestos, pero al mismo tiempo encajan tan bien. Entrelazo los dedos con los suyos, es como si todo encajara en su lugar. Al volver a levantar la vista, sus ojos están fijos en mi, como si quisiera memorizar mi cara, veo como se le escapa media sonrisa. Sin poder evitarlo me acerco a ella lentamente como pidiendo permiso para hacerlo, con miedo de que se retire, pero el mirar mas profundamente a esos ojos me doy cuenta de que no lo hará. Sus labios están al instante en los míos, brutales, abrasadores, atacando como si fuera el último beso que da en su vida. El peso de sus labios sobre los míos podrían hacer caer la luna, por la atracción de los cuerpos, por la gravedad, y por la unión de los cielos que alberga nuestras bocas. Su lengua, luchando con la mía, nuestras respiraciones acompasadas mezclando nuestros alientos. Sus manos viajan a mi cara, sujetándome con delicadeza mientras el beso se hace más profundo, siento como mi mundo desaparece bajo mis pies si no fuera porque estábamos sentadas habría creído caer al abismo más profundo que pudiera encontrar. 

La Capitán y La PanteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora