7

22 5 0
                                    

Sentir los labios de esta mujer en los míos, devolviéndome el beso casi con tanta pasión como yo, hace que mi cabeza quiera explotar, me separo un poco para poder recuperar el aire, junto su frente a la mía, para intentar recuperar mis pulmones. Nunca en mi vida, creí poder besar a esta mujer, ya conocerla era un sueño, pero esto ya es otra cosa. Su boca sabe a miel, dulce, húmeda, un paraíso para cualquiera que quiera soñar con tocar el cielo. Noto sus manos alcanzar las mías, dándome un calor que hacía años que no sentía. Sin apartarme de ella, vuelvo a besarla, esta vez, mucho más suave, con más calma, disfrutando su sabor, la beso lento, más lento de lo que mi cordura puede soportar, al batallar contra su lengua escucho como se le escapa un gemido suave de sus labios. Sus manos, me deshacen la coleta enterrando sus dedos en mi pelo negro, me separo para mirar sus ojos castaños, los cuales están empañados por la pasión, me pierdo en ese mar oscuro, dándome cuenta de que pase lo que pase, ya estoy perdida en el.  

-Mónica, no podemos hacer esto.- Mis palabras no suenan tan seguras como a mi me gustaría que sonaran, esta mujer puede con mi fortaleza, me separo con reticencia de ella, noto como una pequeña sombra de pena asoma en su mirada.

-Lo se, pero no puedo evitarlo.-Sus palabras son muy flojas, pero lo suficientemente altas como para que yo las pueda escuchar. Me levanto de la cama, pasando mi mano por mi pelo, me preparo para volver a hacerme la coleta pero en ese preciso momento, su mano aparece en mi brazo.- No te ates el pelo, me gusta que lo lleves suelto.- Su mirada me suplica así que no puedo negarme y bajo los brazos, ella mantiene su mano en brazo, no se aparta y sigue mirándome con esa mirada de pena. Algo en ella me impide alejarme, por un impulso que no puedo controlar y no lo intento, la vuelvo a besar, agarrando su cara nuevamente para profundizar el beso, ella automáticamente, sumerge su mano en mi pelo mientras que la otra se coloca en la parte baja de mi espalda, atrayéndome hacia ella, perdiendo el poco control que me quedaba, la agarro por la cintura y la pego a la pared al lado de la cama, con un movimiento rápido la levanto del suelo y al momento sus piernas están alrededor de mi cintura, sus manos, ahora en mi espalda, por dentro de la camiseta, arañan mi espalda. Mis manos viajan por debajo de su camiseta, por sus costillas, sintiendo la suavidad de su piel, mientras se le eriza la piel bajo mis dedos. No puedo dejar de besarla, la muevo lentamente hasta dejarla en la cama lentamente, sin separar nuestras bocas, al colocarme encima de ella tengo la sensación de que nuestros cuerpos encajan uno en el otro, como si estuvieran diseñados para ello. Mientras mis manos viajan por su cuerpo siento como las suyas batallan por librarme de la camiseta, viendo que le cuesta ya que entre nuestros cuerpo no quedan ni dos centímetros, me incorporo y me saco la camiseta por la cabeza, me quedo observándola, mirando mi cuerpo y posando sus manos por mis abdominales, noto como se le escapa una sonrisa de los labios y al instante los míos atacan a su boca con toda la voracidad de la que soy capaz. Justo en el momento en el que intento quitarle la sudadera que lleva puesta, tocan a la puerta, haciendo que de mi garganta salga un gruñido bastante animal que hace que ella no pueda evitar reírse. 

-Mónica, abre, tenemos que hablar.- Desde el otro lado de la puerta se oye a Pepe, me quito de encima de ella sin demasiada prisa, agarro mi camiseta pero no me pongo todavía, ella lee mis intenciones y sigue riéndose mientras se acerca a la puerta para abrirla. Cuando abre la puerta, Pepe entra despacio, con calma como si no tuviera prisa, en el mismo momento en el que me pongo de pie, me mira con cara de sorpresa al verme sin la camiseta.-Yo.... Lo siento, no sabía-Noto como se pone colorado, Mónica no para de reírse y yo simplemente me pongo la camiseta y me rio de la situación.

-Tranquilo hombre, no nos vamos a morir.- Mientras le digo esto me rio, ella se acerca a mi y me rodea la cintura, y me sonríe, así que simplemente le planto un beso en la cabeza y me dirijo a sentarme en la silla del escritorio. Mientras nos sentamos Pepe comienza a hablar. 

-Se han llevado a Oscar al hospital, parece que el golpe que le diste fue lo bastante fuerte como para romperle la mandíbula.- Ni Mónica ni yo reaccionamos a la declaración.- Vine a ver si estabas con ella realmente o te habías marchado, pero solo porque quería darte las gracias.- Pepe se acerca a mi, con la mano extendida.

-¿A mi? no tienes porque hacerlo.-Le agarro la mano y la aprieta con fuerza.

-Si tengo porque, ninguno de nosotros habría previsto que el pudiera hacer esa locura, pero has aparecido tu, y la has salvado, ella es como mi hermana, después de 17 años a su lado su seguridad es importante para todos nosotros, y tu, que has aparecido de la nada has podido ayudarnos.- Sus ojos se humedecen mientras die estas palabras y veo como Mónica se limpia una lagrima, intenta disimular, pero lo que a dicho el parece que le a afectado realmente mas de lo que ella misma esperaba.

-No hace falta que me agradezcas nada, entiendo tu preocupación, me alegra poder ayudar.- Con esto último me da un apretón de nuevo y se marcha, dándole un beso en la cabeza a Mónica, saliendo tranquilamente por la puerta, mientras ella sigue intentando controlar sus lagrimas, sin mucho éxito. En cuanto Pepe se va, me siento al lado de ella, y simplemente dejo que llore, apoyada en mi hombro, agarradas de la mano, se que esta vez tiene que desahogarse, es bueno para ella, poco a poco voy notando como se relaja, levanto su cara con cuidado y limpio las últimas lagrimas que corren por sus mejillas. A los minutos de estar en silencio y tranquilas, vuelven a tocar la puerta. Ya va siendo hora de que se prepare para el concierto. 

La Capitán y La PanteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora