ONE ¹

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Aproximadamente tenía tres años de haber finalizado una aventura extraordinaria y fuera de lo común si alguna vez lo relatará con normalidad, vivir viajes, conocer a nuevas personas con diferentes historias de vida, maneras de vivir y sobre todo, historias trágicas a su alrededor. Ese era el panorama que día a día vivió mientras estuvo en el Sengoku.

Uno de los más grandes cambios al finalizar la misión de recolección de fragmentos, fue regresar a la edad en dónde cayó al pozo. Su mentalidad de 18 años, ahora vivía en el cuerpo de una quinceañera.

Inclusive la familia se sorprendió al verla salir del pozo, con ese rostro infantil y nada maturo, que con anterioridad tuvo, otra cosa impaciente cayó en el resultado, que las personas fuera del santuario Higurashi pensaban que todas las historias de enfermedades inventadas por su abuelo, las constantes faltas a clases y haber conocido a cierto híbrido de traje rojo, nunca sucedió.

Toda esa información no era aceptada por ella, entrantando en un estado deprimente por tres semanas, hasta aceptar las cosas, eran mejor así. Solamente la familia sabía lo que sucedió y nada más debía importarle; aunque un ruido en su interior la seguía molestando, ver las concurridas calles de la ruida capital, Tokio, causaba estragos en ella.

Tomó la decisión de mudarse a Saitama, que estaba a unos 13 minutos aproximado desde la estación de Tokio a Omiya. Era una ciudad principal, sin embargo tenía algo diferente que atrajo la atención de Kagome, el vecindario dónde vivía era tranquilo, no había anomalías, con algunas excepciones como: la mayoría de sus vecinos eran ancianos, otra cantidad era niños y tal vez menos del 5% eran jóvenes de su edad, ese no fue un impedimento para ella el acostumbrarse.

La casa en la cual vivía constaba de dos pisos, en dónde aloja cuatro cuartos, una cocina, sala, sala de lavado, caraje y una pequeña azotea con vista. Era una casa grande... Demasiado para una sola persona, al principio sentia la soledad y falta de calor en aquella casa, la cual estuvo deshabitada por unos dos o tres años, ya que sus antiguos dueños la mantenía en renta, hasta tomar la decisión de venderla a un bajo precio, ya que, no necesitaban tanto ese dinero.

No todo fue de color de rosas, había ciertos... Problemitas... Con la casa, luces, tendido electrico y una que otra tubería mala, ese no era un gran problema para Kagome. Se las arreglo consiguiendo desde un fontanero hasta un electricista, que incluso, sus nuevos vecinos le tendieron la mano para ayudarla en remodelar.

Y si bien a penas lleva dos meses viviendo ahí... Sentía como si hubiese vivido por toda su vida en aquel lugar.

── ¡Kagome-chan! ¡Atiende la caja número 2, por favor!.

── ¡Hai!.

Desde la llegada a Saitama junto a las remodelaciones, el estudio y su constante búsqueda de ubicaciones para no perderse. Ese hilo de independencia seguía vigente en ella, así que rápidamente busco un empleo de medio tiempo en un supermercado, que se ajustaba a su horario de estudio. En la mañana tomaba un tren de Saitama a Tokio, entre las 2 a 8 p:m su trabajo de mediotiempo, de las 8:30 que era su horario para llegar a casa, hasta las 10 p:m, realiza los deberes. Sus días libres eran los fines de semana, y fue así como su horario se implementó.

── Buenas noches Kagome-chan.

Ella sonríe ante la presencia de una anciana ── Buenas noches Miyuki-sama, recuerde irse con cuidado hacia su casa, ya es algo noche y para la próxima, use una bufanda.

La anciana ríe ante la preocupación de la adolescente: ── Tú también debes tener cuidado, las calles a veces son peligrosas. Pasa buenas noches, kagome-chan. ── Dice con un tono dulce para salir del local.

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