𝐿𝑜𝓋𝑒𝓇 | 𝖏𝖆𝖒𝖊𝖘 𝖕𝖔𝖙𝖙𝖊𝖗

05. Las pruebas de Quidditch

| Lover | 

La primera semana había pasado tan rápido que apenas la notó, las materias no habían cambiado, a excepción que ya no tenías más clases de vuelo, para su mala suerte, pues había quedado encantada con esas clases y amaba cuando hacían carreras de vuelo, además que la profesora era una de sus favoritas.

Aunque lo más importante en este momento para ella era el viernes de la próxima semana, justo en el horario de la merienda, harían las pruebas para el equipo de Quidditch de Gryffindor, por suerte no tenían clases por la tarde, así que desde que se enteró estuvo bastante dispersa, en sus pensamientos y deseos de poder quedar. De vez en cuando compartía miradas de guerra con James, pues todavía creía que iría por el mismo puesto que él, no le dijo la verdad porque le parecía divertido desafiarlo. La verdad es que se encontraba bastante nerviosa y ansiosa por partes iguales, no pudo practicar en todo el verano y su escoba no era una de las más rápidas, tampoco es que tuviera tanto dinero para comprar una mejor, ni siquiera le dijo algo sobre eso a su padre para no preocuparlo.

Sin importar el resultado sabría que se encontraría orgullosa de ella, pero en el fondo quería ganarle a las personas que intentarían conseguir el mismo puesto. Quiere lograrlo y de alguna forma demostrar de lo que es capaz. No es sorda, por lo que desde que ingresó a Hogwarts sabe lo que opina una gran parte estudiantil sobre las personas como ella, los magos nacidos de muggles, o como suelen llamarlos, los sangre sucia. Especialmente los de Slytherin son quienes marcan más las diferencias con los sangre pura. Quiere demostrarles a todos que podía con ello, con todas las adversidades.

Conseguirá entrar al equipo aunque termine lastimándose en el proceso.

―¿Cómo te sientes? ―se sorprendió cuando escuchó la voz de su amiga a su lado.

Venus tenía su largo cabello rubio en una coleta alta, luciendo más bonita que de costumbre, sus ojos expresaban algo de preocupación y le extendió una botella de agua que aceptó al instante, tomando un gran sorbo que refrescó su garganta.

―Bien, aunque agotada ―limpió el sudor de su frente, devolviendo la botella con una sonrisa―. ¿Cómo lo vieron ustedes?

―¡Volabas muy rápido!

Samuel, parado detrás de Venus, asintió con la cabeza.

―Aunque todavía parecen algo lentas tus vueltas.

―¡Apenas tenemos doce años! ¡Lo harás mejor con el tiempo! ―animó la rubia, mirándola con sus grandes orbes azules.

―Sí, pero tengo que entrar sí o sí ―murmuró mirando el césped.

Soltó un largo suspiro, levantándose y agarrando su escoba. Le había pedido permiso a su jefa de casa, la profesora Mcgonagall, si podía utilizar el campo de quidditch para entrenar, aprovechando que todavía no lo usaban.

―¿No es hora de un descanso? Te haría bien comer algo ―comentó con preocupación la tejona.

―Necesito seguir ―rechazó la invitación a un almuerzo y sus amigos se preocuparon un poco más, pues eran muy pocas las veces que ella no quería comer.

Samuel ni siquiera lo intentó, aprendió a conocer lo suficiente a Perséphone para saber que no se detendría hasta que se cansara lo suficiente para apenas moverse. Si bien estaba preocupado por su amiga, no tenía más opción que estar ahí por si ocurría algo grave.

Venus y él volvieron a sus lugares, sentados en una de las esquinas del campo y la leona se elevó en el aire, comenzando con el mismo circuito que se inventó ella misma, fingiendo que estaba en un partido, que había bludgers intentando golpearla, su contrincante que debía derrotar y en especial esa snitch dorada que debía atrapar antes que el enemigo. Voló hasta grandes alturas, sintiéndose de a ratos sofocada por la falta de aire, bajó con rapidez, hizo piruetas, girando velozmente y recorrió el campo por completo, incluso apartándose un poco de allí, metiéndose debajo de las gradas, alrededor o sobre ellas.