EPÍLOGO

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Mike se encontraba en su oficina, exhausto después de un día agotador. Había sido uno de esos días en los que el trabajo parecía nunca terminar.

Desabrochó un poco el cuello de su camisa, sintiendo el alivio inmediato al liberar la presión que lo ahogaba. Con un suspiro de cansancio, se dejó caer en su silla, disfrutando por un momento de la tranquilidad relativa de su despacho. El día había comenzado temprano, con una llamada de emergencia a primera hora de la mañana. Un robo en una joyería local había puesto a todos en alerta, hubo heridos pero nadie muerto, lo que era una suerte. Mike había sido uno de los primeros en llegar al lugar del crimen, asegurándose de que la escena estuviera protegida y de que nadie más entrara hasta que los investigadores forenses llegaran. Había interrogado a los testigos, tomando nota de cada detalle, cada descripción de los sospechosos y cada peculiaridad del incidente.

Luego, había pasado la mayor parte de la tarde en la comisaría, lidiando con el papeleo interminable que siempre seguía a un problema de esa magnitud. Informes de testigos, declaraciones, formularios para pruebas forenses y comunicaciones con otras agencias. El tedio del papeleo solo se vio interrumpido por algunas llamadas telefónicas, actualizaciones sobre el caso y la ocasional visita de colegas que necesitaban su opinión o aprobación en diversos asuntos. Ya se había graduado, pero ya tenía un trabajo estable. Así que solo hubo una celebración, pastel y una pequeña fiesta con sus amigos más cercanos.

Hoy a mitad de la tarde, recibió la noticia de que habían arrestado a un sospechoso. Se dirigió a la sala de interrogatorios, donde pasó varias horas tratando de obtener una confesión. A Mike le gustaba hacer del policía malo, porque se tomaba en serio su trabajo como para ser comprensivo, y ciertamente odiaba hacer interrogatorios así que fue más duro de lo que es comúnmente. Aunque fue un juego psicológico intenso, lleno de observaciones agudas y análisis del lenguaje corporal, había tenido muchas clases de eso, siempre fue su tema favorito así que lo hace bien, y el sospechoso empezó a ceder, proporcionando información que había sido crucial sin que él se diera cuenta, y eso podía ayudar a resolver el caso.

Después de todo eso, la oficina parecía un refugio tranquilo. Mike cerró los ojos por un momento, disfrutando del silencio, se dejó caer pesadamente en su silla. Con un suspiro de alivio, desabrochó el botón superior de su camisa, sintiendo cómo la presión en su cuello finalmente disminuía. Justo cuando empezaba a relajarse, el teléfono en su escritorio sonó abruptamente, rompiendo la paz momentánea.

Mike rodó los ojos con exasperación antes de levantar el auricular.—¿Sí? .-dijo, intentando ocultar su fatiga.

Señor Wheeler, tiene una visita .-anunció la recepcionista, la señora Thompson, con su habitual tono profesional.

Mike se enderezó en su silla, sorprendido.—¿Una visita? ¿A esta hora? ¿Quién es?

Es un señorito que insiste en verlo, parece bastante insistente.

Mike frunció el ceño. — Déjenlo pasar.

Se levantó de su silla, alisó su uniforme, sin mucho interés, mientras se pasa la mano por el cabello y tira ligeramente de las hebras. Esta semana ha sido particularmente larga y atareada, por lo que se encuentra exhausto.

Justo cuando la puerta se abre, y a los pocos segundos, una esbelta y alta figura se abrió paso. Mike abrió los ojos, pero su corazón ya latía con rápidez como de costumbre, cada vez que sentía su presencia. Sabía quién era. Conocía ese repiqueteo al caminar, esa presencia que se sentía sin siquiera verle. Y ese perfume, ni en un millón de vidas podría olvidarlo.

La puerta de su oficina se abrió y allí, de pie, estaba Will. Llevaba un abrigo grande y esponjoso, de un vibrante rojo rubí, que destacaba inmediatamente. El abrigo era de terciopelo, con un diseño moderno que caía con elegancia, complementado por unos botones dorados y un cinturón que ceñía su cintura de forma sutil. Debajo del abrigo, una camisa negra ajustada y unos pantalones a juego completaban su estilo, dándole un aire sofisticado.

HEARTLESS • bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora