Quiebre

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Sigma no había escuchado nada que le hubiera podido alertar de la llegada de Fiódor, de modo que no evitó sobresaltarse cuando le vio detenerse bajo el marco de la puerta. Por lo visto, Nikolái sí que se había dado cuenta cuando puso más empeño en concentrarse solo en escribir cómo había hecho durante los últimos días, ignorando comer o dormir, aunque Sigma le hubiera instado a ambas cosas. Permaneció encorvado, para variar, en el suelo, en lugar de dar vueltas de pie.

—No deberías levantarte —se atrevió a decir Sigma, cuando vio a Fiódor palidecer por el esfuerzo de moverse. Aun si procuró mantenerse sin tambalear los rastros de debilidad eran patentes en todas partes, desde su rostro desprovisto de color y sudoroso, así como que se viera en la necesidad, de dejar la mano contra la pared.

—De modo que siguen aquí —dijo Fiódor por toda respuesta, con los ojos afilados.

Sigma no dijo nada. De haberse ido y prescindido de sus cuidados, ya la hubiera contado desde días atrás, pero no se molestó en señalarlo. No tenía sentido alguno. No había otro lugar al que pudiera ir y aventuró que sería lo mismo para el caso de Nikolái, aunque hubiera sido claro que no le había entusiasmado la idea de abandonar Yokohama. No lo había expresado abiertamente, pero fue claro su decaimiento apenas pisó el país. Ahora, despertó el interés de Fiódor que le dedicó un examen cuidadoso.

—Haz un encargo para mí —le dijo entonces, inclinando entonces la cabeza, a donde yacía Nikolái, que ya había vuelto a hablar entre dientes, en tono bajo.

Hace tiempo que Sigma ya no trataba de que le hicieran sentido sus palabras. Para empezar, hablaba en ruso o algún idioma parecido. No habría sabido distinguirlo. No había dejado su puesto, en ese cuartucho, así que tampoco había visto a nadie más allá de aquel par de desquiciados, que libraban una batalla en silencio.

—No tengo la capa. No podré moverme —dijo Nikolái, excusándose, aunque Sigma pensó que se quedaría ignorando al otro como solía hacer con él si no tenía interés en cualquier cosa que tuviera que decirle.

—Tienes ambas piernas, ¿no? —repuso Fiódor, que hundía los dedos larguiruchos en la madera. Como quisiera rozarle con ellos, sería el fin de Nikolái, se adelantó Sigma que le había visto asesinar a más de uno frente a sus ojos con "Crimen y castigo". Puesto así, encogido y adivinándose sus vértebras, Nikolái parecía poca cosa.

—No tengo la capa —repitió Nikolái en tono carente de algún tipo de aversión. Por el contrario, su voz era solo un sonido suave, casi agradable. No dejó de escribir en ningún momento, balanceando levemente la cabeza de un lado a otro como si hubiera olvidado que cortó la trenza él mismo.

Por el contrario, Sigma se sintió tenso, dándose cuenta de que el pecho se cerraba y con dificultades escondía el temblor de las manos. Sabía que las probabilidades de que, al final, tuviera que quedarse allí con uno de los dos eran altas. Querían matarse o eso es lo que habían dicho que harían.

—Curioso —murmuró Fiódor, sin delatar qué pensaba hacer.

Por lo visto, tampoco Nikolái que, de un momento a otro, se había levantado, recordándole a Sigma lo alto que era, aun si la mayor parte del tiempo iba encorvado. Aun así, sin el traje de bufón no destacaba mucho. Con la mano cubriéndose su ojo derecho, Nikolái inclinó el rostro, con la intención de sortear el bloqueo que representaba Fiódor en ese momento.

—¿Qué es?

—Buscar a alguien.

—No me interesa.

—Has hecho todo tipo de trabajos. Torturar a un niño y profanar una tumba, por ejemplo.

Sigma no sabía de aquello, pero supo que Nikolái se sintió incómodo.

—Sí, lo he ofendido... ¿Por qué mencionarlo ahora? ¿Eh, Dos-kun?

—Ya te lo dije, importa poco.

—Quizá. Lo haré después.

Sorteando sus opciones, Fiódor terminó por moverse, dejando a Nikolái marcharse. Por primera vez salió del edificio y Sigma no volvió a verlo durante lo que consideró una eternidad.

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