Decorado teatral

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Fiódor anduvo todo el rato en silencio, manteniendo con dificultades la marcha. ¡No!, renegó para sí, el silencio lo habría mantenido en alguna otra ocasión. En cambio, ahora le costaba respirar, mientras que cada paso dado le robaba una queja. Había parecido soportable al principio, cuando veía que había vuelto a sumir a Sigma en una espiral de dudas y que, a su vez, tenía a Nikolái bajo control, comiendo de su palma. Ver a uno y a otro le había causado satisfacción, pero terminó por adoptar la forma de siempre: envidia. Envidia frente a su cuerpo roto y deteriorado. En vida no había tenido ni un momento pleno. O estaba encerrado, o estaba enfermo y moribundo.

Cerrando la marcha, Sigma estaba completamente recuperado, teniendo solo una cicatriz como advertencia, cavilando ya cómo marcharse de allí, traicionándole una segunda vez. Nikolái, por otro lado, avanzaba como si estuviera cuerdo y fuera uno más entre todas las personas que deambulaban por allí, a prisa dado el clima que comenzaba a empeorar. Había tenido el descaro de pedir indicaciones, llegando a presentarse como alguien nada destacable. Era por ese motivo que había sido capaz de hacer su parte: disfrazarse, una vez tras otra. Y era tal el talento exhibido que Fiódor se preguntó por un momento cuándo había hablado con su "yo" real y auténtico.

¿Qué importa? Sigo aquí y seguiré aquí cuando ya no quede nadie más.

Nikolái los hizo adentrarse por unas callejuelas, manteniendo un paso lento y cuidadoso por la nieve que alcanzaba ya a ser tan honda como para que hundieran los zapatos en ella. Fiódor había protestado, pero sólo cuando le llegó a él, el sonido de su voz recitando el mismo verso de todos los días, se convenció de que no tenía por qué verse sorprendido una vez más. Mientras conociera dónde tenía puesta la motivación, podría despreocuparse. Sigma, Nikolái... Eran iguales a quienes habían estado antes.

—¿Eh? ¿por qué aquí? —se giró a Sigma que se había detenido al ver el atrio que se había presentado frente a ellos, una vez que hubieron dejado atrás la red de calles que se habían extendido hasta dejar a Fiódor más adolorido y exhausto que nunca. Estaba seguro de que le había vuelta la fiebre y que había empeorado la herida. Tenía la ropa húmeda, pero no se molestó en comprobar si se le habían abierto las puntadas.

—Esa es la pregunta, ¿no? —replicó Nikolái adelantándose con expresión taciturna. Por lo visto le dio lo mismo que Sigma decidiera quedarse al margen, como si de pronto desconfiara de sus intenciones. Fiódor, en cambio, siguió al otro, pese al frío que permeaba cuando comenzó a andar bajo techo, en la edificación vieja y deteriorada.

—No tenías por qué haberte detenido. Sabías a dónde ir —le acusó, acariciando la piedra fría mientras caminaba. Se sintió repentinamente molesto. Ese lugar era parecido al único sitio que odiaba sobre todos y, desde luego, que no habría elegido esa palabra por nada. Llanamente lo aborrecía y odiaba.

—Posiblemente haya querido dejar que recuperaras el aliento. ¿Lo habías pensado? —Nikolái se rió con soltura, mirándole sobre su hombro. Avanzó con paso decidido, sabiendo perfectamente a dónde iba. Eso le quedaba claro.

—Serás...

Vio al otro girarse y se preguntó si, contra todo pronóstico, sería él quien se marchara primero. Cuando alcanzó el cuarto, miró el patio que llegaba a extenderse varios metros a la redonda. Como todo el sitio, estaba hundido en la nieve, de modo que apenas alcanzó a distinguir la tarima del fondo, enmarcada por dos gruesos árboles, torcidos y libres de follaje. Un cuadro deprimente si se lo preguntaban.

—No sabía que serías tan nostálgico —dijo, entre quejándose y burlándose, mitigando una mueca de dolor. Temblaba, pero avanzó, teniendo que doblar el esfuerzo para sortear la nieve, deteniéndose a pocos pasos de Nikolái que había ido a parar en medio del sitio, viendo algo que no podía entender. Esa fue su primera impresión.

—Dices eso cuando quisiste regresar —replicó él, acariciando el borde de la tarima.

—Y no te negaste.

—Lo habría hecho y no habría importado en absoluto —apoyó las manos ampolladas en el canto y se impulsó arriba, encaramándose en el escenario. Por un instante, lo vio sonreír abiertamente, luego de que diera una voltereta y extendiera los brazos a los lados.

—Así que tanto para nada —llegó a decir Fiódor, teniendo que apoyar la espalda en el árbol y así no caerse. Miró a Nikolái dar unos giros de un lado a otro, despacio, mientras examinaba el recinto. Había estado allí antes. Ahora lo recordaba.

—Oh, no. Lo es todo. Aquí fue cuando pensé que podría hacer cualquier cosa.

—Así que cualquier cosa.

—Un condenado o no. Ser libre o no. Lo que yo quisiera.

—Algunos dirían que bastaba vivir tu vida sin más. De lo contrario te quedas haciendo una farsa que disfrutan otros que son aún más desdichados que tú.

—Desde luego que no creía que la vida que llevaba valiera la pena ser vivida. Era mejor soñar con algo más. Algo como esto, ¿eh? ¿Es que no lo ves? —dijo él alargando los brazos mientras posaba los ojos en el cielo nublado—. Aquí arriba puedo desear lo que sea, ser quien yo quiera. Sí, así es. Es como volar.

—¿Y quién eres ahora?

—Ah, no lo sé. Tu amigo para empezar —dijo poniéndose de cuclillas en el centro de la tarima, jugando luego con la nieve. Algo trazó en ella que desde su posición Fiódor no pudo ver—. Un ángel corrupto para otros, un bufón, un loco. ¿Qué importa?

Nada. No importa nada.

—¿Qué hay de ti? —le dijo cuando no le respondió de inmediato.

—Importa menos todavía.

Nikolái se mostró sorprendido, agrandando los ojos. Luego le sonrió, asintiendo con la cabeza.

—Yo sí lo sé.

—Lo dudo. ¿Quién soy según tú?

—Ya te darás cuenta. En tanto, ¿por qué no subes aquí?

—Ah, olvídalo, ya no puedo moverme —dijo elevando la mano vendada que ocultaba su piel negruzca y mutilada.

Nikolái no insistió más y, a su pesar, Fiódor se quedó en silencio, esperando con una inusitada paciencia el momento en que decidiera irse de allí por su propia iniciativa. Así, durante un instante, se preguntó, ¿quién sería de haber aceptado y subir allí?

Cualquiera que fuera la respuesta, aventuró que no le gustaría conocerla. 

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