Uno más, dos más

14 3 0
                                    

Avanzando pesadamente por las calles acanaladas y casi desiertas, Sigma se preguntó de dónde había surgido ese acto de aparente desinterés, tan súbito como sospechoso. Con los brazos cruzados y apretados contra el pecho, buscando conservar el calor, siguió meditando el asunto, intranquilo.

¿Por qué?, se repitió, escuchando su castañeo de dientes. Posiblemente por motivo de lo que pidió pocos días atrás, razonó entonces, cuando le dijo a Fiódor que comenzara a usar de mejor manera las herramientas que tenía a su disposición, incluyéndoles a él y a Nikolái que caminaba a su lado, cabizbajo y cubierto por la capa negra que ondeaba levemente frente a su marcha. Tenía una expresión indescifrable y, para variar, guardó silencio, mientras mantenía la mano cubriendo el ojo derecho.

—Iba a suceder en algún momento —le dijo entonces, sin saber qué buscaba con ello. ¿Animarlo? ¿mitigar la culpa que comenzaba a formarse de forma rápida y silenciosa? Notaba el cuchillo aserrado puesto dentro del abrigo, a su alcance—. Él debió de saber qué pasaría de moverse cuando aún no se ha recuperado.

Solo requería la oportunidad.

—Pero sucedió justo en ese... —respondió Nikolái, saliendo de su ensimismamiento.

—Ha sido él quien no midió sus fuerzas —insistió Sigma, procurando hablar con toda la convicción de la que era capaz, notando el aire tan frío que cada respiración iba acompañada de una queja. No podía olvidar esa imagen. Apenas se habían puesto a salvo, fuera del atrio y un poco más allá, Fiódor simplemente se había desvanecido frente a un Nikolái perplejo y angustiado. Hubo un momento en el cual había mostrado su verdadero sentir, aunque fuera por un segundo, y así supo que Fiódor estaba en lo cierto: al final, si tenía alguien de quien desconfiar era del propio Sigma.

Pero no tiene sentido, pensó, acariciando su abrigo, en el sitio exacto bajo el cual se ocultaba el cuchillo, manchado. Lo notaba en cada paso dado, recordándose lo doloroso que había sido sentirlo hundirse en él, perforando cada capa de piel y músculo.

—Se suponía que tenía que haber muerto... —dijo Nikolái, arrastrando los pies, pese a que así doblaba el esfuerzo de avanzar por la nieve—. Era el plan.

—Sí... —Sigma llegó a sentir un estremecimiento. No supo qué le pareció más horripilante. La caída que pudo haber sufrido tras rendirse dentro del casino aéreo o sentir su cuerpo ser cercenado y mutilado hasta partirlo en dos grandes pedazos.

—Fiódor-kun confió en que cumpliría mi parte.

—No podemos estar seguros —apuntó Sigma, volviendo a meditarlo. ¿El demonio habría previsto que Nikolái haría lo que se le viniera en gana? No podía saber si realmente se había sentido sorprendido al verlo dentro de la prisión. En cualquier caso, sabía con seguridad que sólo Dazai le había conseguido pillar desprevenido. Sólo por ello, el demonio mostró el enojo que ocultaba todo el tiempo con sonrisas falsas y el canturreo con el que solía amenazar a otros.

—No.

—¿Por eso haces esto? ¿Hacer de recadero?

—Si confió en mí esa vez, entonces lo justo es que yo haga lo mismo ahora. Después de todo, cumplió lo que me había prometido. Fue allí. Fue allí y se muere por lo mismo.

—¿Te importa lo que puede ser justo o no? —esta vez no evitó reírse, incrédulo y molesto. Si fuera cierto, le habría podido ayudar al dejarlo en Meursault. Estaría ya incorporado a la sociedad, en una nueva vida, en un nuevo hogar.

—Bueno, sí, de haber conseguido matarlo...

Sigma se detuvo cuando vio a Nikolái hacer lo mismo, llevando su atención al suelo.

—¿Qué?

—Posiblemente me habría vuelto loco —sonrió suavemente, retomando el camino, andando con la cabeza gacha y las manos entrelazadas tras la espalda.

—Loco, ¿eh? —Sigma suspiró. De algún modo supo que estaba en lo cierto.

Se acomodó el abrigo, alcanzándole. ¿Qué le decía que Fiódor no le había encargado ya a Nikolái la misma tarea que le dio a él?

La última y gran apuesta.

EL BUFÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora