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CAPITULO DIECIOCHO hola, mamá
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La última vez que Dai recuerda ver a su madre ella tenía seis, todavía le era complicado memorizar en qué día fue el último en que pudieron estar juntas, no tenía casi nada de recuerdos nítidos de esa época de su vida. Pero el motivo era tan claro y difícil de olvidar hasta el día de hoy.
Sabía que tendría los hechos tan claros hasta el momento en que se vuelva alguien senil e inservible para el resto como para si misma.
Pero a pesar de todo no había manera de que pudiera culpar a alguien. ¿Realmente se podría culpar a alguien?
─── ¿Son bonitas? ─── los ojos albergantes de una respuesta negativa de su compañero de vida la hicieron llenarse de dudas e inseguridades. Su mano apretó sin querer el envoltorio alrededor de los tallos de Tsubaki - camelia- con más fuerza de la debida.
Casi creyó oír el sonido que haría si la partía a la mitad.
Nagi inclinó su pequeña cabeza hacia la izquierda, acto seguido se paró sobre uno de los hombros de la nerviosa niña, frotando su cabeza contra la helada mejilla le transmitió un tipo de alivio abrazador y reconfortante.
No estaba sola, incluso si su regalo era un montón de flores maltratadas por el monstruo de los nervios.
Los toques al otro lado de la puerta hacen que el dúo se gire sincronizadamente. Con el permiso de Dai el individuo logra entrar. Más no es el tipo de persona que ella esperaba, ni siquiera estaba cerca de estarlo o parecérsele.
