Capítulo Cuatro: Beso robado

109 32 9
                                    

Yeni POV

Capítulo Cuatro

Nunca había visto una cara más perfecta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nunca había visto una cara más perfecta. Con rasgos tan finos y hermosos. Quería memorizar su rostro para guardarlo en mi memoria y recordarlo para poder soñar con él. Parecía extranjero, celestial, salido del más dulce de los sueños...pero también parecía que podría desaparecer en un segundo. La idea de no volver a verlo causo un extraño sentimiento en mí pecho que nunca había experimentado.

Sus ojos eran tan azules como si el mar estuviera atrapado en ellos y la fuerza de su mirada me arrastraba a él. No apartaba la mirada de mí, observaba mi rostro cuidadosamente. Nunca me habían gustado mis pecas, ni mucho menos mi nariz. Era muy respingada, especialmente porque la mayor parte de mis pecas se concentraban ahí. Había sufrido de burlas en mi niñez por parte de mis compañeras en el hospicio que había aprendido a odiarla. No me consideraba bonita, al menos no tanto como Sofía. Ella sí que era hermosa.

—¿Estás bien? —me preguntó, su voz sonaba justo como la había imaginado; musical, profunda y masculina.

En sus ojos se podía ver reflejado la preocupación por mí. Aun me sostenía entre sus brazos, y yo no era capaz de dejar de ver sus labios. Nunca había deseado besar a un hombre con tantas fuerzas como las tenía en este momento. Tal vez si hubiera sido más valiente o descarada; lo hubiera besado en ese momento...pero no me atreví a hacerlo.

—Estoy bien, gracias por...salvarme. —le contesté, agradeciéndole por su acto galante, y al hacerlo, él nos puso de pie en un movimiento agraciado.

Mis manos, en algún momento durante mi esplendorosa caída, habían terminado en tocando su pecho de tal manera que parecía toquetearlo indecentemente, al instante de percatarme las alejé de inmediato.

—Perdóname. —le dije, bajando la mirada para ocultar un poco mí pena, podía sentir el calor lentamente esparciéndose por mis mejillas tintando de un rubor escarlata mí rostro. Lo podía imaginar, la aflicción reflejada en mí expresión, mí nariz roja como tomate, después de haberlo manoseado indebidamente. Él simplemente sonrió, como si no le hubiera importado en absoluto.

—No te preocupes. Lo que me importa es saber que estás bien. —me aseguró.

El sonido de alguien aclarando su garganta fuertemente reventó la perfecta burbuja de intimidad en la cual ambos parecíamos estar atrapados. Estaba cautivada por la belleza del hombre misterioso que me había salvado de que olvidé donde estaba, con quién y que estaba haciendo.

Estaba absorta en nuestra conversación a tal punto que había olvidado a Sofía, quién en ese momento nos miraba con una mirada pícara y una sonrisa de complicidad, su labio inferior estaba atrapado entre sus dientes fuertemente al vernos interactuar.

¡Tierra, trágame!

Ahora él iba a creer que me gustaba, y aunque fuera así, no me causaba gracias ser tan evidente. No era como si la actitud zopenca de mí amiga no me dejara en evidencia.

Ángel guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora