Odio

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Muchos dicen que el odio apaga nuestras vidas, yo creo que ni viviendo mil vidas podría apagar el odio que siento, un odio que quema y te carcome por dentro, te infecta sin piedad y consume hasta la mas mínima gota de felicidad, un odio que duele hasta el punto que crees que la muerte es un acto de compasión

Mi nombre es Thomas, tengo 24 años y moriré en 3 semanas, fui condenado a muerte por el asesinato de: Andrés Jones Taylor; el hombre que arruino mi vida.

De niño vivía en un campo, la luz de sol era nuestra mas grande amiga ya que nos acompañaba durante todo el día, en mi pueblito siempre era verano, el sol irradiaba con fuerza sobre nuestras cabezas y coloreaba de colores los pequeños caminos que como serpientes recorrían mi hogar... aunque extrañamente.. aquel día llovió.

Vivía con mi madre y mi hermana pequeña, se llamaba Misha, era una linda niña rebosante de inocencia, un pequeño ángel que junto a la naturaleza era una obra de arte perfecta. Yo tendría unos quince años cuando sucedió, jugaba con mis amigos cuando sentí las gotas le lluvia sobre mi rostro, poco a poco las calles se llenaron de manchas de agua que se marcaban como salpicaduras en un lienzo blanco.

Luego de un rato subí a casa, grande fue mi sorpresa al ver a hombres vestidos de militares parados afuera, con sus uniformes tan imponentes e impecables que solo eran un disfraz de la suciedad y miseria de aquellas bestias que se hacían llamar humanos.. mi corazón latía a mil en esos momentos, mis ojos buscaban con desesperación cualquier rastro de mi familia.. vi a mi madre acostada en el suelo, una herida de bala se cernía sobre su cabeza, la sangre manchaba el suelo impecable y el dolor se arrastraba hasta mis pies para abrazarme con furia.

Entre rápidamente al lugar y vi a mi pequeña Misha sentada en el suelo, su ropa desgarrada y sus ojitos apagados, la sangre que goteaba de sus piernas me hizo entender lo que aquel monstruo le había hecho, no pude reaccionar en ese momento, solo pude ver el rostro de aquella bestia que se burlaba de mi desgracia, con sus manos toscas me golpeo hasta dejarme inconsciente, no recuerdo sentir dolor.. solo odio un odio tan grande que hasta ahora sigue creciendo. Cuando desperté Misha seguía en la misma posición, sentada en el suelo, era como una pequeña flor muerta, seguía siendo hermosa pero ahora estaba marchita.. ese bastardo le había arrebatado la inocencia, la alegría y con el tiempo la vida.

Misha se suicido 8 años después, se corto las venas en la tranquilidad de su cuarto, apenas recuerdo cosas de ese día, solo se que aquel odio que había intentado guardar en mi interior por ocho años se libero y como una bestia que ha estado encadenada tanto tiempo rugió con fuerza para liberarse, el odio me consumió con rabia y me impulso a hacer lo que hice.

La verdad no me arrepiento de nada, lo volvería a hacer mil veces y el odio aun no se iría, mataría a ese bastardo mil veces y aun así no encontraría la paz que tanto necesito.. Encontrar a Andrés no fue difícil, tenia guardadas en mi mente cada detalle de su rostro; en ángulo de sus labios donde una peste se desprendía con fuerza tal que aun siento que tengo impregnado aquel hedor, el color marrón de sus ojos que viles y crueles se clavaron en mi memoria como navajas afiladas, sus cejas pobladas y gruesas que le daban un aspecto terrorífico, su nariz puntiaguda y malformada que solo era otra prueba de su fealdad, aquel lunar bajo uno de sus ojos tan desagradable que solo servía para empeorar su aspecto, su cabello negro y rizado enredado en capas de crueldad.. recordaba todo.. su voz chirriante que como una melodía infernal me perseguía en las noches...

Ese día salí temprano de casa, camine ensimismado en mis propios pensamientos hasta aquella cafetería donde yo sabia que Andrés tomaba un café todas las mañanas, entré al lugar con el cuchillo en la mano y me acerque a el, no le di tiempo a reaccionar, cuchillada tras cachillada.. la sangre brotaba con furia de su cuerpo y pintaba en mi rostro y ropa una obra macabra. Nadie se metió, para mi grata sorpresa me dejaron desahogar al menos una gota de odio contra el hombre que arruino mi existencia, talvez por el miedo o talvez porque sabían que los monstruos deben morir en agonía.

No me resistí a la policía, sabia lo que había hecho y no quería ocultarlo, para mí no era un crimen para mi fue tan solo justicia.. el juicio fue rápido, la familia del monstruo familia le pago a los jueces para que mi condena sea la muerte, lagrimas se derramaron por aquel monstruo... pero ni todas juntas serian las que Misha derramo por lo que aquel hombre le hizo..

Ahora estoy aquí, encerrado en una celda donde a veces hablo con el silencio y rio con la oscuridad, donde la soledad se a vuelto mi amiga y me acompaña en estos últimos días.. aun siento odio, aun sigue en mi.. y cuando muera seguirá, condenándome a arrastrarme por este mundo tan cruel y malvado, en este mundo que le arrebata la sonrisa a las personas mas hermosas.

Historias de un corazón que sueñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora