24.

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La puerta de madera se abrió antes de que Matthew pudiera tocar el timbre. La señora Caroline, con su cabello rubio y ojos celestes, nos recibió con una sonrisa. Cargaba un enterizo veraniego que la hacia ver elegante y preciosa. No había duda de que era madre de Joseph; sus facciones parecían un reflejo de las suyas. La voz era suave y acogedora mientras me daba la bienvenida a su hogar.

Me sentí inmediatamente a gusto.

—Juliette, ¿verdad? —preguntó y asentí—. Matthew me ha hablado mucho de ti.

—Sí, soy yo —respondí sintiéndome halagada por el trato—. Es un placer conocerla, señora Kenneth.

Ella arrugó la nariz y negó con la cabeza.

—No, por favor, nada de señora. Llámame Caroline.

Justo en ese momento, Joseph apareció en la sala. Parecía emocionado de verme nuevamente porque cargaba su típica sonrisa traviesa en los labios. Se acercó hasta nosotros y antes de que pudiera reaccionar, me envolvió en un abrazo efusivo.

—¡Rubia! Creí que no volvería a verte —exclamó, y fruncí el ceño por aquello—. Mi primo se puso un tanto depresivo desde que te fuiste.

Miré al castaño, quien rodó los ojos y negó con la cabeza. Sparky seguía en sus brazos; Yo estaba curiosa por aquella declaración, pero antes de poder preguntar algo, Matthew se apresuró a negarlo.

—No es cierto —afirmó con su expresión seria—, no estaba deprimido —Joseph elevó una ceja en su dirección—. Solo... un poco melancólico, tal vez.

Sonreí y me acerqué. Sin pensarlo demasiado, me puse de puntillas y le dí un pequeño beso en la mejilla. Él pareció confundido, pero luego su rostro se iluminó con una sonrisa genuina.

—Eso es mejor —murmuré—. No quiero ser la causa de tu tristeza.

La mujer rubia observaba la escena con cariño. Parecía una madre orgullosa, sin importar que Matthew solo fuese su sobrino.

—Son adorables juntos —Comentó  sin dejar de mirarme—. Vamos, pasen al jardín para almorzar.

El rubio se acercó hasta nosotros para arrancar a Sparky de los brazos de Matthew. Me reí de forma inmediata y caminé al interior de la casa siguiendo los pasos de la señora. Era un ambiente familiar y acogedor, con hermosos cuadros en las esquinas y un estante lleno de fotografías familiares. Fue inevitable no acercarme a mirarlas.

—¿Esos son ustedes? —señalé una en la que estaba un niño castaño de ojos azules, con aproximadamente doce años, sosteniendo a un pequeño bebé rubio.

—Si —respondió Matthew.

—Siempre fui más guapo —expresó el chico—, es una lástima que te gusten mayores, rubia. —Aquel comentario me hizo reír de forma automática.

—Deja de ser un idiota —lo cortó Matthew, y solo pude reír más fuerte porque esa pelea era absurda—. No le hagas caso, cariño.

Claramente lo decía para incomodar al castaño, y lo comprendo a la perfección, porque Joseph tiene una personalidad muy divertida.

Pronto ví como el rubio se acercó a Matthew y le dió un golpe amistoso en el hombro.

—Vamos, Matt, no te pongas celoso. —Le sonríe abiertamente antes de voltear a mi dirección y guiñar uno de sus ojos celestes.

La señora había estado escuchando nuestra conversación, así que no tardó mucho en llamar a su hijo y reprenderlo por incomodarme. Aquello me hizo sonreír, y ver a Matthew fruncir el ceño fue aún más divertido.

Incendio (ECLIPSE libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora