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El sol de la madrugada amenazaba con salir. Me levanté y fui directa al baño. Odiaba levantarme al instituto pero odiaba más que ese instituto no fuera el mío.

Reparo un atuendo cómodo pero elegante y me visto con él.

Al salir al pasillo de la gran casa noto como mis pies se arrastran. Mi habitación es lo peor, no solo porque es diminuta sino porque está al final del largo pasillo.

—Piensa rápido—dice una voz infantil detrás de mí.

Ugh, odio a mi hermano a veces.

Algo me empapa la camisa que traía puesta y me percató a observar que el diablo de mi hermano me ha disparado con su pistola de agua.

—¡Más te vale correr, Miguel Johnson!—grito corriendo tras el.

La persecución se vuelve divertida pero no llega a su fin tras las serias palabras de mi madre:

—Isabella y Miguel Johnson, como no caminen hasta la mesa a desayunar se meterán en problemas.

Mientras Miguel ríe y yo me acoplo a su risa nos hacemos con una silla.

Mamá prepara el mejor desayuno del mundo, unos increíbles crepes de chocolate y arándanos.

Me encanta.

Mientras masticó la comida recuerdo que debo ir al maldito instituto.

—No pongas esa cara de asco, irás igual.—avisa mamá.

Todo esto por un maldito divorcio porque eso es lo que es. El divorcio de mis padres me han obligado a estar aquí. En esta ciudad.

—Venga, queda un día largo.—afirma mamá.

Recojo mi mochila no sin antes robarle la pistola de agua a Miguel y bañar su camisa en un poco de agua.

—Traidora.—alega enfadado.

El instituto es como imaginaba, grande y realmente molesto. Desde ellos pasillos malolientes a jugadores de fútbol vitoreando a chicas del club de animadoras.

Parecen monos.

Me acerco a lo que será mi casillero. Es realmente feo, un azul oscuro que se semeja a un negro y al lado de este contemplo una maravilla.

Un casillero decorado con dibujos de series hasta rosas rojas como mi cabello.

Lo reparo acercándome más de lo debido, mi casillero al lado de este da pena.

Preparo mis libros y me adentro en el laberinto de adolescentes y clases. Logro encontrar la mía, la filosofía, la mejor del mundo

Una mujer de pelo negro y ojos azules semejantes al zafiro me ayuda a ubicarme.

—Buenos días, Isabella.—saluda animada.—Soy la señorita Adams y me alegra tenerte en esta clase, he revisado tus notas y me he quedado impresionada con tus notas en esta asignatura.

Me agrada.

—Gracias.—le respondo ciertamente tímida.

Me indica dónde sentarme y me adelanto a ir allí. A mí lado un chico de cabello castaño y ojos negros me observa, lleva unos tatuajes y el tipo de dibujo se me hace parecido al del casillero pero no le doy importancia.

Mi fijo en el pircing que decora su labio, es negro y le queda bien con su ropa neutra, luego me fijo en su block de dibujo. Dibuja una rosa cubierta de labios rojos, acompañados con un cuchillo que se desliza por el tallo de la flor.

Para mí simboliza la traición, esa que vemos hermosa pero acaba siendo dañina.

—¿Que miras?—dice el chico sacándome de mis pensamientos.

—Dibujas bien.—digo nerviosa.

—Metete en tus asuntos, Johnson.

Diciendo mi apellido me deja descolocada y logro percibir que los nota porque sonríe de medio lado.

Me vuelvo a acomodar bien en mi asiento y noto mi cara arden. ¿He podido ser tan despistada para no notar sus ojos sobre mi?

Puede...

La hora del descanso me llega genial y realmente la necesitaba. Adaptarse en medio del curso no es lo mejor y bueno no lo llevo muy bien.

Me acerco a la biblioteca, pero antes de ir paso por mi casillero y veo al artista.

¿Artista? ¿Enserio?

No está solo, está con un chico alto de cabello castaño y una chica bajita de pelo corto por los hombros. Me fijo en el rostro de la chica y luego en el del artista, sin sus sexos opuestos.

Noto la mirada del artista sobre mi y me obligo a girar. No más distracciones.

Cómo era mi objetivo, llegó a la biblioteca y me siento en la mesa más alejada y una vez allí abro mi portátil y empiezo a escribir mi nuevo capítulo. Soy escritora, pero no merezco ese título todavía, estoy en algo así como en prácticas.

Estoy tan centrada que no me fijo cuando alguien se sienta conmigo.

—Hola, ¿está ocupado?—dice la chica que estaba con el artista.

—No.

—Soy Elena Miller, un placer.

—Isabella Johnson.

Me presento y no podré ocultar la charla que siguió tras eso. Una charla que conlleva a fantasmas y sobras en ventanas.

El Brillo Que Vi En Tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora