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El tatuaje seguía doliendo pero ya no tanto. Jake, había sido amable solo conmigo ayer porque hoy había pasado de mi cara.

Lena, venía bastante morena pero eso no le iba a impedir ir sin mi a la playa, y encima con Alex.

Dejándome ambos sola en la casa.

—Hola Nevil.—saludo al gato negro que me mira desde la mesita.—¿Que puedo ser ahora?

Miro la casa vacía y me imagino una tarde en la piscina, relajada y sola.

¿Tentador?

Posible.

Pero mi mente visualiza la bicicleta de Lena en el garaje. También es tentador.

Miau.—responde el amigo gatuno de Lena y ahora mío, por lo visto.

—Te pondré una lata de atún. Vamos, Nevil.—le digo, haciendo que me siga hasta la cocina para poder darle un poco de atún.

Reparo la nevera y en ella veo una nota de Lena.

Querida Isabella:

Si ves está carta se significa que al fin estás despierta y podrás leerla. Cómo habrás comprobado no hay nadie en la casa, Alex y yo hemos decidido ir a un viejo lugar al que iba de pequeña. Jake, seguramente esté vagando por la playa o por el bosque que hay detrás de la casa de tía Giulia. Pietro y mi tía estarán de comprar por Venecia para el negocio de mi tía. Puedes hacer lo que quieras y si necesitas algo, no dudes en llamar.

Besos, Elena M.

La carta me da mucho que pensar. En la soledad, básicamente

—Pues nada Nevil, vamos a dar una vuelta por el pueblo.—digi cogiendo el animal en brazos.

Cogo unas llaves y me las pongo en el bolsillo trasero y salgo de la casa aún con el animal en brazos.

Cogo ma vieja bicicleta de Lena y pongo al gato en la cesta que aguarda en la bicicleta. Me subo en ella y sigo el camino cuesta abajo para poder llegar al pueblo.

Giulia, al vivir en una casa tan rica, tiene que vivir en lo alto de la montaña, que se define como barrio rico y en el pueblo aguardan las de bajo nivel económico.

Mientras bajo la cuesta, me sorprende ver la carretera tan vacía. Sigo bajando hasta llegar a una play de arena blanca.

Dejo la bicicleta apoyada en las vallas que la rodean y con una cadena la apreso a la misma valla.

Cogo a Nevil en brazos y me dirijo a la orilla con el gato. La gente del alrededor (que es poca), me mira extrañada por tener dicho animal en brazos.

Continuó mi camino por la orilla hasta llegar a una punta de la playa. Ahí no hay nadie, soledad. Me persigue la soledad.

—Pues nada Nevil, nos persigue la soledad.—aviso, acariciando el gato que yace en mi regazo.

Un joven alto sale del agua con una tabla de surf y lo veo y lo reconozco. Es el joven que me presento Pietro el otro día en la playa.

—Oh, Isabella.—me saluda.—Y, ¿un gato?

—Si.—rio incómoda.—Es Nevil, el gato de Lena.

—Que mono, me gustan los gatos.—afirma.

A mí no me gustan tanto, pero Nevil se ve amable y no me ha arañado ni una sola vez. Es de confianza.

Cristian, empieza a quitarse el traje de surf y por obvias razones, está desnudo debajo de el.

Aparto la mira y tapo los ojos del gato, por si acaso. Quién sabe que piensa el gato y lo perverso que podría ser.

—Perdón, la costumbre.—me dice, sentándose a mi lado.

—Descuida.—digo roja de la vergüenza.

Es decir, creo que he llegado a ver el pequeño paquete que guarda entre sus pies.

Es repugnante hablar de eso, viendo que el sujeto del que pienso está a mi lado acariciando el gato.

—¿Te vas a quedar mucho en Italia?—me pregunta.

—Vine a pasar dos semanas. Esta semana es como la más relajada pero la próxima empezaré a ver Roma, Venecia...

—Que divertido. Ojalá ese fuera yo. Tengo trabajo en la ciudad.

—¿En qué trabajas?—digo curiosa, porque si hay algo que me guste es el chisme y saber cosas sobre los demás.

Cristian, se acamoda y piensa en ello. Luego de unos segundos responde:

—¿Agente secreto?—dice riendo y me acoplo a su risa.

—Ya, yo soy famosa sabes. Soy actriz y esto es realmente un reality show que hago.—sigo la broma.

—En realidad, son negocios familiares de mi padre. Solo me encargo pero realmente no trabajo allí, ¿entiendes?

Lo asimiló un segundo y en realidad...no he entendido nada de nada.

—Claro.—miento.

—¿Y tú qué? ¿A que te dedicas?

Me ofende, me ofende que me eche más años de los que realmente tengo.

—Me ofende, soy menor aún. Así que estudio.

—¿Menor? ¿Enserio?—dice bastante sorprendido.

—Pues, si. Tengo dieciséis.

—Joder, yo veintidós. Te supero por seis años.

Ambos reímos y oímos un teléfono sonar. Cristian se levanta y coge su teléfono, se aleja y empieza a hablar por él.

Yo, mientras tanto, acaricio el gato que duerme en mis pies. Otro teléfono empeza a sonar y me adelanto a cogelo porque justamente es el mío.

—¿Diga?—digo porque no siquiera he leído el nombre.

—¿Isabella?.—dice una voz masculina a través del teléfono.—¿Donde cojones estás? ¿Estás bien? ¿Necesitas que te recoja?

—¿Pero que pasa?—digo alterada a tantas preguntas.

—¿Donde estás?—pregunta Jake más serio e histérico que antes.

—En la playa que hay debajo de casa de Giulia.

—Voy para allá, espera cinco minutos.—demanda.

Me cuelga y me quedo mirando a Nevil que sigue dormido.

—Perdón, era mi padre sobre el trabajo.—dice Cristian volviendo a sentarse.

—No importa, debo irme ya. Adiós, Cris.—me despido cogiendo al gato en los brazos.

Cris, se despide de mi y camino por la playa tranquilamente. Pensando que podría tener Jake para estar así.

Al llegar donde deje la bicicleta, espero dos minutos hasta uwbevel el coche de Alex bajar la cuesta rápido. Cuando llega a mi lado aparca torpemente y sale Jake de él.

—Jake, ¿Estás bien?—intento seguir hablando pero me lo impide abrazándome, aplastando por completo a Nevil.

Abrazo a Jake, intentado que no aplaste al gato y cuando se separa, su rostro se llena de lágrimas.

¿Que ha pasado?

El Brillo Que Vi En Tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora