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La discusión seguía muy reciente y la ignorancia de Jake dolía, pero en verdad me lo merecía.


Lena y Alex se habían ido a no sé dónde y estaba sola. En la casa gigante de Giulia.

Vagando por el salón, una silueta me observaba desde las escaleras.

—Ciao, Isabella.—dice Pietro con el acento italiano más marcado que Jake.

Abrumada por su presencia repentina, me obligo mentalmente a saludar.

—Hola Pietro.—saludo.

Pietro, baja las escaleras y se posiciona delante de mí.

—¿Estás sola?—pregunta.

—Si, Lena se ha ido con Alex.—respondo.

—Si quieres puedes venir conmigo, voy a hacer algunos recados de mi madre.—me propone.

Me lo pienso, realmente no tengo nada mejor que hacer. Jake ni me hablará y Lena vendrá tarde.

—Esta bien. Me iré a vestir.—digo, porque voy aún en pijama.

Subo a mi habitación y encuentro a Jake encima de la cama de Lena.

Está leyendo mi lectura actual. Y parece concentrado.

—No deberías tocar cosas ajenas.—ke digo arrebatándole el libro.

—No eres la más indicada.—dice con asco.

Suspiro y me siento en el suelo a por mi maleta, la que no tardó en encontrar.

Cojo un vestido rojo con flores blancas y me preparo para ir al baño a cambiarme cuando la voz de Jake llega a mi:

—¿A donde vas?—me pregunta suavemente.

—No es de tu incumbencia.

Diciendo esto, cierro la puerta del baño y me cambio con mucha rapidez. No me gusta hacer esperar a las personas.

Al salir de nuevo, Jake sigue sentado en la cama de Lena, solo que ahora lleva el teléfono en la mano.

—Adiós.—digo, porque por mucho enfado que haiga entre nosotros no dejaré de ser educada.

Salgo de la habitación y me encuentro en la entrada de la casa a Pietro con un casco de moto en la mano derecha y otro en la izquierda.

—Vamos.—dice moviendo la cabeza, indicando el exterior.

—¿Iremos en eso?—digo señalando la moto vieja que está aparcada en la fachada.

Pietro asiente y me tienes el casco blanco. Insegura, vuelvo a mirar la casa y veo como una figura me observa desde el segundo piso.

No lo pienso dos veces, me subo a la moto y en agarro de Pietro para, simplemente, no morir.

Pietro acelera y salimos disparados por la carretera, dejando atrás la casa y todo.

—No te agarres tan fuerte, me dejas sin aire.—menciona Pietro a mitad de una recta.

—Lo siento.—digo soltándome un poco.

El chico, vuelve acelerar y yo, por inercia, me vuelvo a agarrar fuerte a él.

Y viendo su media sonrisa, deduzco que solamente era una trampa para que haya más contacto físico.

Cosa que no me gusta. Así que con mi vida en juego, me suelto lo más que puedo.

—Isa, ¿no te habrás dormido y por eso te has soltado?—me pregunta Pietro con una pizca de broma en su voz.

—No. Estoy más que despierta.—digo mirando con miedo la carretera y la velocidad en la que nos movemos.

Los recados de la tía Giulia son extraños pero divertidos. Pietro deja la moto donde mismo la cogió.

—Gracias por acompañarne, Isa.—me dice Pietro nada más devolverle el casco.

—Me la he pasado muy bien. Necesitaba salir.—digo.

—Si otro día quieres salir, por mi encantado.

Me despido y veo como Pietro coge de nuevo la moto y se va cuesta abajo con ella.

Algunos tiene amigos.

Entro en la casa y me doy cuenta que aún no hay nadie. Ni la tía Giulia, ni Lena ni Alex, soledad.

Entro en el salón y me encuentro a Jake tatuándose a el mismo.

—Hola.—lo saludo.

Jake deja el aparato en la mesita y me mira inexpresivo.

—¿Te lo has pasado bien?—me pregunta sarcásticamente.

—Veo que sigues de mal humor.—le digo.—¿Estás demasiado ocupado?

—Estoy demasiado ocupado enamorándome de ti. Pero en respuesta simple, si. Largo.—me echa.

Lo miro sorprendida por su repentina respuesta llena de sinceridad.

—¿Que te tatuas?—pregunto, porque aunque me eche las veces que quiera no le dejaré en paz.

—Unos brillos, como los de WhatsApp.—me dice.

Me acerco por curiosidad y veo el boceto en su piel.

—Es simple.—digo en voz alta.

—Parece simple pero el brillo de donde lo saco no es tan simple.—explica.

Jake, coge de nuevo la maquina y empieza a moverla por su piel. Me siento en el suelo y lo observo haciendo lo que me gusta.

—¿Te gustaría ser tatuador? Osea, es decir, ¿tener tú propio estudio?

—Algún día. Se que lo tendré pero no puedo adelantar el tiempo.

Una idea loca se cruza por mi cabeza y ahora que hablamos con personas normales, sin ironía de por medio me atrevo a preguntar:

—¿Me lo tatuarias a mi?—le pregunto señalando el diseño.

Jake deja la máquina, sorprendido y confuso.

—¿Tatuartelo?—dice con un brillo extraño en los ojos.

Asiento.

—Si.

—¿Porque?—me pregunta.

—Pues...me recuerda a algo.—digo, haciendo referencia a su brillo del ojo.

Jake, atónito, asiente y me ofrece asiento a su lado.

—¿Donde lo quieres?—me pregunta.

—En el antebrazo.—señalo la zona.—Pero quiero una frase con el.

—¿Cual?—me dice Jake, mientras prepara todo.

Lo pienso bien y al final lo decido.

—Mi piace perché ha un angelo nel sorriso e mille demoni nella testa.—digo despacio para que ninguna palabra me salga mal.

He estado practicando italiano y he intentado decir está frase mil veces pero por fin me sale bien.

Jake, asombrado de mi acento, asiente y empieza a preparar mi brazo.

—Te dolerá.—me avisa.

—Puedo soportarlo.

—Bien.—dijo luego de un rato.

El Brillo Que Vi En Tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora