Me despertó la jaqueca al día siguiente y presioné el timbre para que Omar, mi enfermero, me trajera una pastilla. Llegó en pocos minutos y me ayudó a incorporarme, acercando luego la mesa del desayuno, dónde dejó una pastilla, una taza de leche tibia y dos tostadas con manteca. Luego de tomar la cápsula me dejó sola en la habitación.
La sensación de dolor se desvaneció rápidamente y con ansias tomé mi diario para plasmar mis pensamientos sobre Omar.
Tengo varias páginas de mi diario dedicadas a el. Mi enfermero preferido y quien más tiempo comparte conmigo.
Omar es un joven médico que llegó al instituto hacen más de cinco años, conoce bastante bien el funcionamiento del centro y todos dicen que es la mano derecha de Demetrio, el director.
Desde el primer día que nos conocimos, ha demostrado una atención y cuidados excepcionales hacia mí. Siempre está pendiente de mis necesidades, asegurándose de que esté cómoda y segura en todo momento.
Omar se esfuerza por comprender mis sentimientos y emociones, mostrando una empatía genuina y una disposición total para escucharme. También es extremadamente atractivo. Suele llevar el cabello rubio peinado hacía atrás, enmarcando su rostro de rasgos suaves y sus ojos son expresivos reflejando siempre seriedad y ternura. Cuando me dirige la palabra, su sonrisa es cálida y reconfortante, ilumina su rostro perfecto.
Aunque compartimos cierta confianza con Omar, nunca me ha compartido información sobre mi ingreso en el centro. Se mantiene totalmente profesional y evita tocar el tema de mi salud en nuestras conversaciones.
Dos golpes resonaron en la puerta, seguidos por la entrada abrupta de Samuel. Su sonrisa destelló en la penumbra de la habitación, revelando unos dientes blancos que contrastaban con su piel bronceada. Se sentó a mi lado sin esperar mi permiso, y su brazo, marcado por una cicatriz que recorría su antebrazo, rozó el mío. Cerré el diario de inmediato.
—¿Algún día me dirás qué escribes ahí? —preguntó, su voz ronca y ligeramente nasal.
Samuel, un joven con un diagnóstico reservado, llevaba más de un año internado. Era risueño y cariñoso, demasiado para mi gusto, ya que prefería mantener distancia con todos los que me rodeaban. Sus ojos, de un verde intenso, brillaban con picardía, y su cabello castaño, ligeramente despeinado, le daba un aire rebelde.
—Ya te dije que no es nada de tu interés. ¿Qué haces aquí tan temprano? —respondí, intentando mantener la distancia.
Samuel puso los ojos en blanco, sus cejas oscuras se arquearon con una mueca de fastidio.
—¿Por lo menos dime si has escrito sobre mí, me muero de curiosidad...
—Claro que no escribo sobre ti. ¿Por qué haría eso?
—¿Porque soy guapo e interesante?
—No eres guapo ni interesante...
Samuel fingió secarse una lágrima con la manga de su camisa, dejando al descubierto un tatuaje de un pájaro en vuelo que adornaba su brazo. No pude evitar sonreír.
Por las noches, solíamos reunirnos en mi habitación y charlar sobre nuestra vida, nuestros sueños y todo lo que nos gustaría hacer lejos de este instituto.
—Espero que si no escribes de mí, tampoco escribas de Omar —dijo Samuel, siempre molestándome con Omar. No solo él, sino casi todos los jóvenes del sanatorio. Su sonrisa se ensanchó, mostrando un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha.
Decidí ignorar su comentario.
—Tengo un nuevo chisme —anunció.
Samuel amaba los chismes. Siempre sabía todo de todos. Lo miré con atención, observando cómo sus dedos largos jugaban con un pequeño anillo de plata que llevaba en el dedo índice.
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Recuerdos Perturbados
RomanceMaya es una joven atrapada en un laberinto de su propia mente, donde intenta reconstruir los fragmentos de un pasado que la ha marcado profundamente. Encerrada en un siniestro centro psiquiátrico, lucha por distinguir la realidad de las pesadillas...