"La memoria puede ser frágil, pero los recuerdos perturbados siempre encuentran su camino de regreso."
Era casi el mediodía, cuando llegamos a la entrada del centro, corriendo uno tras otro, hasta que Holly, con una voz enérgica, nos instó a detenernos de golpe.
Fue en ese momento que lo vi. Frente al hospital, un automóvil de lujo se alzaba como un monolito de sofisticación, su carrocería impecable y reluciente capturó la atención de todos los presentes. Nos detuvimos, intrigados por la escena: en la entrada principal se encontraban, Demetrio, el director, de porte autoritario, una mujer de mediana edad cuya vestimenta impecable reflejaba su estatus y refinamiento; y a su lado, un joven de apariencia rebelde y actitud desafiante que destacaba entre la multitud.
Sus rasgos eran simétricos, casi perfectos, con una mandíbula bien definida y pómulos marcados que le otorgaban una singular belleza. Sus ojos, de un azul profundo e hipnotizador, parecían contener la vastedad del océano, proyectando una mezcla de intensidad y misterio. El cabello oscuro, desaliñado y liso, caía con desprecio sobre su frente, enmarcando un rostro que irradiaba seguridad y desafío. Vestía unos jeans desgastados que acentuaban su figura atlética y una chaqueta de cuero que le confería un aire rebelde, mientras un cigarrillo colgaba despreocupadamente de sus labios.
El ambiente se tornó en un silencio expectante cuando el director guió a la mujer hacia el edificio, preparándose para mostrarle las instalaciones. El joven, sin embargo, permanecía imperturbable, como si estuviera por encima de la escena. En un impulso casi involuntario, me acerqué, sintiendo que necesitaba observarlo de cerca. Fue en ese instante cuando un fuerte empujón en la espalda me hizo perder el equilibrio, cayendo torpemente en el barro y salpicando al joven que se encontraba a escasos centímetros de mí.
La risa estridente de Emely resonó en mis oídos, y aunque comprendí que era una broma, la vergüenza me invadió, impidiéndome levantar la mirada. Las risas de los demás se desataron como un torrente, mientras Holly intentaba, en vano, contener el frenesí de hilaridad.
El joven se acercó a mí con evidente molestia, extendiéndome su mano. A pesar de su actitud distante, acepté su cálida mano, sintiendo cómo me levantaba con firmeza. Su fragancia, una mezcla de madera y especias, me envolvió, y su contacto parecía arder en mi piel de una manera desconocida. Su belleza bordeaba lo sobrenatural, creando un aura casi mágica a su alrededor.
Una vez de pie frente a él, aún sosteniendo su mano, me sumergí en la profundidad de su mirada intensa. Su altura imponente hacía que me sintiera diminuta, y el tiempo pareció congelarse mientras me perdía en la inmensidad de sus ojos azules. Fue entonces cuando la voz de Omar rompió el hechizo abruptamente.
—Se llama Alexander —anunció, y su intervención disipó la curiosidad que aún persistía en el grupo. Cada uno se encaminó hacia el interior en busca de sus habitaciones, mientras Omar colocaba una mano en el hombro de Alexander, guiándolo hacia el edificio.
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Recuerdos Perturbados
RomanceMaya es una joven atrapada en un laberinto de su propia mente, donde intenta reconstruir los fragmentos de un pasado que la ha marcado profundamente. Encerrada en un siniestro centro psiquiátrico, lucha por distinguir la realidad de las pesadillas...