Capítulo 12

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"Los recuerdos perturbados son como fantasmas que te persiguen en la oscuridad."


La nota estaba doblada cuidadosamente en el centro, como si alguien la hubiera dejado con especial esmero. Al verla, sentí una mezcla de curiosidad y algo que podría parecerse al miedo, pero cuando leí el mensaje, ese temor dio paso a una emoción más cálida, casi electrizante:

"Te espero esta noche, en el jardín trasero, junto al viejo roble. Ven sola."

No llevaba firma, pero no tenía que adivinar. Había algo en esa caligrafía desordenada y segura que me recordó a él: Alexander.

El día transcurrió de manera extraña. Cada vez que cerraba los ojos, aparecía la imagen de Alexander, sus ojos azules y profundos, su expresión siempre cautelosa, casi distante, como si siempre estuviera ocultando algo. Pero en el fondo de su mirada, había una chispa que a veces creía dirigida solo a mí. Sin embargo, en esos mismos pensamientos, aparecía Omar, con su presencia segura y sus gestos de protección, su sonrisa cálida que siempre lograba calmarme. No podía evitar la sensación de que me encontraba atrapada entre dos personas, en una conexión confusa y peligrosa que no lograba descifrar.

Esa noche, cuando todos ya dormían, salí de mi cuarto con pasos sigilosos y atravesé el edificio en silencio. El jardín trasero estaba envuelto en una tenue penumbra, iluminado apenas por el reflejo de la luna. Encontrar el viejo roble fue fácil, su tronco retorcido y sus ramas frondosas lo distinguían de los demás. Al acercarme, una figura salió de entre las sombras, y al verla, me di cuenta de que mi intuición no había fallado: Alexander estaba allí, esperándome, con una expresión tranquila y una sonrisa que me hizo sentir algo extraño y cálido en el pecho.

Entre sus dedos sostenía un cigarrillo encendido, cuya tenue luz brillaba como un faro en la oscuridad. Exhaló el humo, que se enredó en el aire con una elegancia casi hipnótica, y por un instante, la fragancia amarga y el ambiente nocturno hicieron que la escena se sintiera como un sueño. Me acerqué y él levantó la vista, sonriéndome con una mezcla de picardía y misterio.

—Viniste —dijo suavemente, y en su voz había un tono de satisfacción, como si no hubiera estado seguro de que lo haría.

—Claro... ¿Cómo rechazar una nota anónima? —Intenté sonar despreocupada, pero noté que mi voz temblaba un poco.

Él soltó una risa suave y apagó el cigarrillo, aplastándolo contra una piedra cercana. Sin decir nada, me hizo un gesto para que lo siguiera. Caminamos por el jardín, alejándonos un poco del edificio y adentrándonos en una pequeña área despejada entre los árboles. Allí, rodeados de flores que parecían brillar bajo la luna, había una banca antigua y una pequeña fuente olvidada, en la que el agua aún caía suavemente, como si el tiempo no la hubiera tocado.

—No sabía que esto estaba aquí —le dije, observando el lugar con fascinación.

—Es uno de los pocos sitios tranquilos que he encontrado en este lugar —respondió Alexander, sentándose en la banca y palmeando el espacio a su lado para que me uniera a él-. Aquí uno puede... olvidarse de todo, aunque sea por un rato.

Me senté junto a él, sintiendo una proximidad que me resultaba perturbadora y a la vez tranquilizadora. Nos quedamos en silencio unos minutos, observando el jardín y la fuente. De vez en cuando lo miraba de reojo, sin atreverme a sostenerle la mirada demasiado tiempo. Había algo en él que parecía prohibido, peligroso, pero a la vez irresistiblemente atrayente.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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