La Obra

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Mateo:

—De acuerdo, ustedes me superaron—dijo el tío Fer mientras conducía—. Yo nunca había hecho esta clase de cosas en el instituto y creo que tampoco sus padres.

Acabábamos de salir del estacionamiento de la escuela y creía, con todo mi corazón, que finalmente habíamos terminado por completo con el asunto de la harina.

Roma estaba sentada a mi lado y ambos teníamos la respiración acelerada.

Creo que ambos habíamos llegado a la misma conclusión: Se habían acabado las bromas.

—Pero debo admitir—siguió el tío Fer —, que fue divertido verlos correr hacia el auto.

Inevitablemente, una pequeña sonrisa se formó en mi rostro, y, por alguna razón, me fije en ella y noté que Roma también tenía una.

Le extendí su bota.

—Gracias—dijo con un suspiro y se la puso.

—Creo que sería mejor que en otra ocasión te pusieras zapatillas—dije y ella levantó su cabeza con una sonrisita, que hizo que la mía se borrara.

—¿Es que va a haber otra ocasión?

Negué con la cabeza. Nunca podía hablar con ella, siempre lo analizaba todo.

—Olvídalo.

Roma soltó una risita.

—¿Así que finalmente hicieron las paces?—preguntó el tío Fer con una gran sonrisa y nos miró por el espejo retrovisor.

Ambos nos enderezamos de inmediato.

Ninguno de los dos dijo nada, pero ya no estábamos relajados, es más, desviamos nuestras miradas, cada uno a nuestras ventanillas respectivas en los asientos traseros.

—¿Eso es un no?









Roma:

—¡Tenía todo preparado!—se quejó Betty y comenzó a dar vueltas por mi habitación—. ¡Y no fue!

Levanté la cabeza de la almohada, anoche había llegado a casa alrededor de las cuatro de la madrugada. Tenía mucho sueño. Y contra todo pronóstico, es decir, que Betty había estado en una fiesta hasta las tantas, ahora, en vez de dormir, estaba quejándose en mi habitación a las ocho de la mañana.

—Que mal—dije y me cubrí la cabeza con mi edredón.

No sabía que decir, odiaba mentir.

—¿Por qué no habrá ido?—preguntó y saltó en mi cama para descubrir mi rostro—. Es decir, Gastón, Zed y Eddy fueron, ¿por qué él no?

—Quizás no tenía ganas...

—Él nunca falta...

—Siempre hay una primera vez para todo.

—¡Ro!—se quejó Betty—. Estoy hablando en serio, esto es importante para mí.

—Bueno, Betty—dije y me senté—. ¿Qué quieres que te diga?—crucé los dedos antes de decir—: No sé por qué Mateo no fue a la fiesta.

Betty soltó un suspiro y se recostó, yo en cambio, me froté los ojos.

—Es que lo había planeado todo...

Solté un suspiro por mi amiga y tomé su mano. Betty se merecía lo mejor del mundo.

—Ya habrá otras oportunidades para que hables con él, estoy segura.

IT'S JUST A KISSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora