El pequeño Timmy

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Roma:

—¿Pero qué clase de escuela hace ese tipo de obras tan inmorales e indecentes?—preguntó papá.

—Es Romeo y Julieta—dijimos Sergio, mamá y yo al mismo tiempo.

—Pues por eso—siguió papá y frunció el ceño todavía más.

—Pues si quieres no vayas—comenté y me encogí de hombros para restarle importancia, la verdad es que me sentiría todavía más cómoda si él faltaba.

—Obviamente voy a ir.

Yo volteé los ojos y mamá y Sergio se rieron.

—Pero yo digo que son demasiado jóvenes para besarse—siguió papá y revolvió su comida de un lado para el otro, hoy le había tocado cocinar a él y no estaba tan bueno, había que admitirlo—. ¿Por qué en lugar de besos no hay abrazos?

—Ay Pablo—dijo mamá con una sonrisa mientras negaba con la cabeza, tampoco podía probar bocado.

—¿Y si pedimos pizza?—susurró Sergio, pero papá no le prestó atención, seguía frunciendo su ceño.

Comencé a preocuparme porque si seguía así, le quedaría una marca en toda la frente.

—Y-y—papá me miró—. ¿Y quién será Romeo?

Fue mi turno de ponerme nerviosa.

Debía de contarle sobre Mateo y que posiblemente ya era mi novio.

—Mateo—respondí con un hilo de voz.

—¿González?

Asentí.

—¿Él hijo de Pedri y Morgan?

—¿A cuántos Mateos González conoces?—preguntó Sergio y mamá se rio.

—Sí—respondí y dejé mi plato de lado, la verdad es que se me había quitado el hambre. Y solo por las dudas me puse de pie, por si tenía que correr—. Y... Bueno, hay algo que tengo que contarles...

Vaya que estaba nerviosa, así que, solté un suspiro antes de continuar.

—Bueno, en estas semanas han pasado muchas cosas y... Y-yo, yo... Tengo...

Estuve a punto de decir: Novio, pero en ese momento tocaron el timbre.

Papá se levantó para abrir la puerta.

—Estás pálida, muñeca—dijo mamá y me puso una mano en la mejilla—. ¿Todo bien?

En eso escuchamos la puerta cerrándose.

—¿Quién era?—preguntó Sergio cuando papá volvió.

—No, no era nadie—dijo papá simplemente y me miró—. ¿Qué decías, mi amor?

—Bueno, yo...—¿por qué no podía soltarlo de una vez?—. Tengo...

Entonces el timbre volvió a sonar.

—¿No dijiste que no había nadie en la puerta?—preguntó mamá y levantó una ceja.

—Dije que no era nadie importante—soltó papá y se encogió de hombros para después mirarme—. ¿Qué decías, mi vida?

Entonces el timbre sonó una vez más y mamá y Sergio se levantaron para abrir la puerta.

—No la abras, Alex, o me divorcio—dijo papá siguiéndolos.

Decidí ir tras ellos.

Mamá volteó los ojos y abrió la puerta.

—¿Mateo?—dijo mamá y una gran sonrisa apareció en su rostro al ver el ramo de rosas que Mateo traía consigo.

IT'S JUST A KISSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora