A veces el primer amor, no es el último

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Roma:

—Bueno, corazón—dijo mamá con una sonrisa mientras terminaba de anotar todo—. Ahora hay algo de lo que quiero hablar contigo.

—¿Finalmente vas a dejar que me perfore el ombligo?—pregunté y no pude evitar la emoción.

—Cumple dieciocho y podrás hacerte lo que quieras—respondió y me dio un toquecito en la nariz cuando volteé los ojos—. Después vas a agradecérmelo.

—Pero estas vacaciones nos vamos a Buenos Aires y ahí es verano, se vería muy bien...

Mamá negó con la cabeza y me di por vencida, solo por ahora.

—No, de lo que yo quería hablar contigo es de a quiénes vas a invitar a tu fiesta—añadió y cuando vio que abría la boca, me detuvo—. Para, ya sé que posiblemente vas a negarte, pero de pequeños se llevaban bien, no pasa nada si lo invitas ahora, me parece un gesto muy grosero no hacerlo...

Ya sabía a quién se refería: Mateo.

—Voy a invitarlo, mamá—dije y solté un suspiro.

—¿En serio?

—Sí, yo también pienso que sería muy malo de mi parte invitar a todos y no a él—expliqué mientras revolvía mi plato de cereales, ya estaban aguados, ya no los quería.

—Sé que aún no quieres hablar de eso, pero si sabes que puedes contarme lo que quieras y cuando quieras, ¿no?—susurró mamá y me puso un mechón de pelo detrás de la oreja—. Lo que sea, Roma, porque solían llevarse bien, obviamente chocaban de vez en cuando porque eran niños, pero ese odio por parte de ambos nació de un día para el otro.

No era ese beso lo que me molestaba.

Era el hecho de que Mateo ni siquiera hubiera dudado en creerle a los demás en vez de a mi, y, por supuesto, que hubiera roto nuestra promesa, porque para mí era importante y como una tonta pensé que para él también lo era.

—Se me hace tarde para ir al instituto, ¿me llevas?—pregunté levantando la cabeza—. ¿O voy a tener que tomar el autobús?

Mamá me regaló una pequeña sonrisa.

—Te llevo, pero déjame ir a buscar a Sergio, va a traspirar su uniforme si sigue dando pelotazos en el patio.

Asentí.

—Entonces, enviaré las invitaciones cuando llegue a mi trabajo—me avisó mamá cuando me bajé del auto.

—Gracias—respondí con una pequeña sonrisa.

—Te amo—dijo mamá y me lanzó un besito.

—Yo también, te amo.












Mateo:

—Hola, pa —dije mientras me subía al auto. Hoy habíamos tenido entrenamiento casi de madrugada, así que, papá se ofreció a ser mi chofer por hoy en vez de Oli.

—Hola, hijo—dijo papá con una sonrisa y me pasó una botella con agua—. ¿Cómo estuvo el entrenamiento hoy?

Fruncí el ceño.

—¿No me viste?

—Siempre voy a verte entrenar, pero una cosa es lo que yo veo y otra cosa es lo que tú sientes—respondió mientras arrancaba el auto.

—Pues me siento mal porque viste mi total fracaso—dije y le di un trago a la botella.

—Yo no diría que fue total—dijo con una pequeña sonrisa—. Juegas bien y no lo digo porque seas mi hijo, ni más faltaba, pero hoy no parecías tú dando el cien por ciento.

IT'S JUST A KISSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora