Capítulo IV.

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Estaba empezando a descubrir sus rutinas, si es que les puedo llamar así

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Estaba empezando a descubrir sus rutinas, si es que les puedo llamar así.

Entrenaba por la noche, dormía aún más tarde y despertaba a veces tan temprano que a las ocho ya estaba de vuelta de ir a correr.

Se afeitaba tres veces por semana, tenía un guardarropa para la oficina que planeaba cuidadosamente y su limpieza bucal era impecable.

No me quitaba de la cabeza la idea de que existía una conexion entre su forma de actuar tan hermético y esa habitación cerrada a la que me había prohibido acercarme. Jacob era un completo misterio que yo estaba dispuesta a desenredar.

Por ejemplo, la otra noche cayó una tormenta y me despertaron los truenos, salí con la intención de prepararme un té para conciliar el sueño.

Ya en el pasillo pude ver la puerta de su habitación abierta y el sonido de unos golpes que venían desde el gimnasio, seguí las luces encendidas y lo encontré de espaldas golpeando con muchísima fuerza un saco de boxeo.

Tenía el torso descubierto y estaba descalzo. El sudor trazaba una línea recta que partía desde su nuca y recorría toda su espalda para perderse en la cintura de los pantalones joggers color negro que llevaba puesto.

Había mucha furia en cada golpe que soltaba, mucha frustración pareciera que en cada ataque estuviera exorcisando viejos demonios que lo atormentaban.

No pude evitar contemplarlo y pensar que quizá debía preguntarle si se encontraba bien pero, estaba segura que lo tomaría como otra intromisión de mi parte.

Me acerqué a la puerta para ver mejor, los golpes eran cada vez más rotundos,  músculos de su espalda se contraían una y otra vez, hasta que se derrumbó abrazando el saco, visiblemente exhausto.

Después de unos segundos y todavía con la respiración agitada por tanto esfuerzo comenzó a deshacer los vendajes con desesperación.  Me pregunto qué pudo pasar.
Acaso ¿tenía problemas de ira o simplemente estaba sacando la tensión acumulada?

Sus cambios de humor, la manera en que me evitaba, los arranques de ira, quería entenderlo pero hasta ahora no había podido, seguía siendo un enigma.

Regresé a mi habitación antes de que pudiera descubrirme espiandolo, me quedé pensando obsesivamente en todas esas deducciones que había sacado viviendo en su casa hasta que el sueño me ganó y me quedé dormida.

A la mañana siguiente actuó con la misma frialdad de siempre, se veía cansado y debajo de sus ojos había unas ojeras enormes que entristecían mirada.

A la mañana siguiente actuó con la misma frialdad de siempre, se veía cansado y debajo de sus ojos había unas ojeras enormes que entristecían mirada

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