Capítulo 11| Segunda discusión.

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"El corazón cree todo o casi todo lo que lo hace latir, pobre inocente"

-Mario Benedetti.

No espero que Gustavo me responda a lo que le he soltado, solo avanzo rápidamente por el pasillo hasta salir del instituto. Aquello me ha dolido, pero siento que es lo mejor. No quiero tenerlo cerca y no lo digo en un mal plan, es solo que no hacerle frente a mis problemas es lo mejor que puedo hacer y ustedes son testigos de eso. Dejo que mi culo actúe por mi cerebro.

Presiono tan fuerte el agarre en mi mochila que de pronto siento las palmas de mis manos heladas, una pequeña brisa empieza a caer. Bravo, lo que faltaba es que lloviera, y es que el sol se ha ido de vacaciones.

Imaginar que aún nos quedan como más de tres meses de puro invierno hace que me ponga de un humor culero, odio que llueva todo el tiempo, pero también odio que no lluvia. Es que ni yo me entiendo para ser sincero.

Avanzo rápido por una calle solitaria y cuando creo que mi escape ha sido perfecto Gustavo se cruza en mi camino, choco contra él y doy un paso hacia atrás, quiero pasarle por un lado pero me impide el paso, es que había olvidado lo terco que es este chaval cuando se lo propone.

Un verdadero dolor de riñón.

Pongo mis ojos en blanco y suelto un enorme suspiro, quiero pasarle por un lado, sin embargo solo sigue impidiéndome el paso moviéndose de un lado a otro en cada dirección que doy.

—Hazte para un lado—le suelto con enfado.

Tavo no me responde y me toma fuertemente de uno de mis brazos y al notar lo cerca que estamos el corazón se me acelera tanto que en una de estas y saldrá volando de mi pecho, ambos nos sostenemos la mirada con rudeza hasta que él suelta un:

—Tenía en claro que eras un pendejo de mierda pero hoy acabas de superarte.

Forcejeo con la idea de soltarme pero ahora parece ser más fuerte que yo.

—¿Qué parte de no quiero que me vuelvas a hablar fue la que no entendiste?—le suelto con hastío pero solo sonríe de medio lado.

Esta es la faceta que más odio de él, cuando parece que todo le va a su favor. Me hace parecer un imbécil.

Tavo sigue haciendo presión en mi brazo y juro que quiero meterle un puñetazo en la cara, pero me contengo.

—La parte en la que no me has dado tu puta justificación.

Ahora el que se ríe soy yo mientras logro por fin soltarme, pero es él quien me suelta, aclaro.

—Eres tan hipócrita como para venir a pedirme una justificación, cuando fuiste tú quien no me quiso decir una mierda sobre lo que te sucedía y prefirió sugerir una distancia. Así que no me vengas a exigir nada que no tienes ni un puto derecho.

—Pues tampoco tienes derecho en enfadarte cuando has sido tú el que me ha pedido besarte, ¿o acaso ya lo olvidaste?—Tavo da un paso hacia mí como un maldito depredador-Yo no pensaba sobrepasar los límites que nos dividía pero tu rompiste la barrera, así que no te hagas la víctima.

—No, tú la has sobrepasado aquella madrugada.

—No te confundas, Nicolás.

—¡Estoy harto de que digas que el confundido soy yo!.

—¡Porque lo estás y no quieres que te contradiga!

—Claro que no.

Claro que sí.

—Puedes mentirte a ti mismo si se te apetece, pero conmigo te jodiste, puedo ver cuando mientes.

Gustavo se acerca aun más y toma uno de mis cabellos para pasarlo por detrás de mi oreja, luego pasa sus dedos sobre mis mejillas y las acaricia lentamente.

Entre el verano y el invierno©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora