"No descarto la idea de que en otra vida si fuimos muy felices, cariño mío"
A un paso de la locura recapacité.
Fue como haber despertado de un sueño en el cual nunca estuve dormido, como si verme al borde de la muerte me hiciera darme cuenta que de verdad quiero estar vivo.
¿De verdad quiero vivir?
Me hice muchas veces esa pregunta. Me la hice tanto que al final mi decisión fue la de que esta noche no era la mejor para morir.
Apoyé mi cabeza sobre mis rodillas y me pasé sentando encima de la ventana lo que restaba de la noche. Estuve observando un cielo que de la nada se había vuelto nublado, lanzando relámpagos que me hacían estremecer. Vi un paisaje contaminado de claxon de autos y de motociclistas ruidosos pasando a cada minuto por la calle, en estos momentos solo quería que todos desaparecieran, quería ser solo yo en el mundo y sentirme a salvo.
La depresión que me consumía era inevitable, me deprimía todo lo que me pasaba. Las palabras de Nicolás se repiten con frecuencia en mi cabeza. Me ama pero a la vez me aborrece. No me odia, pero tampoco me quiere.
Quise seguir llorando, pero no salía nada de mis ojos, era como si se hubiesen secado. Era extraño, quise seguir derrumbándome en mi miseria porque todo en mi lloraba desgarradoramente, excepto mis ojos.
La sangre contaminada que manchaba aquella hoja de papel me hacia reflexionar sobre mis cicatrices. Tracé con mis dedos cada una de ellas, así como aquella noche en la cual Nicolás lo hizo, de la misma manera en la que la llevó como un mapa hasta tocar mis labios. Así que sin más, me dispuse en dibujar mi cuerpo desnudo sobre la misma hoja que se encontraba manchada, aquella hoja que pertenecía a la poesía que me inspiraba Nicolás.
Nos había dibujado expuestos, rozándonos en nuestra desnudez. Fue un dibujo no tan exacto, pero que a simple vista nos reconocerías.
Aunque el viento este lleno de suciedad, la brisa que cae del cielo y se mezcla con el impertinente aire que se mete dentro de mis huesos, haciendo que escalofríos llenos de sufrimiento se escapen de mis labios rotos por haber estado en constante batalla, cada que delineo tu cabello sobre mi boceto mal hecho me pregunto: ¿A qué te saben sus besos?.
Quisiera ser un gato y dormirme sobre tu regazo, holgazaneando y ronroneando, de esa manera te transmitiría mi pleno amor. Como a un gato al que le queda una sola vida y la quisiera pasar junto a ti, sin discordia y odio, solo pensando en lo mucho que no desea que te vayas, porque eres su bello amo.
Mi cabeza estaba llena de poesía pura, tan nueva y tan fresca. Pero al igual que lo buenos poetas quise arrancarme la vida, pretendía solo morir y dejar a un lado lo que me hacia ser Gustavo o simplemente el dulce Tavo.
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Vi mi reflejo sobre un espejo de cuerpo completo.
Los huesos se me miraban si sumía la panza.
Cada vez me veía más flaco, estaba perdiendo peso a pasos veloces. Tal vez era un síntoma de la propia enfermedad o solo parte de mi mala alimentación, me oponía a comer. Entonces me di cuenta que una nueva mancha había aparecido sobre mi abdomen, eso me puso peor, ya que justamente hoy también tuvo que salirme una llaga sobre mi labio inferior.
Tener sida es una mierda.
Pero pronto acabará.
Doy una calada de aire y me monto mi camiseta, pongo un gorro sobre mi cabeza y salgo a la sala. En ella se encuentra Tina viendo su telenovela. Sobre la mesita del centro hay un folleto. Cuando Tina se da cuenta de mi presencia y que me quedado viendo el papel, me lo tiende. Leo el encabezado con el entrecejo fruncido.
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Entre el verano y el invierno©
Teen FictionNicolás, un chico que es el "desastre" en persona. Gustavo, un chico que es la "mala suerte" en persona. Se verán involucrados en un sinfín de "cagadas" que ambos provocan inconscientemente, obvio, ambos son pésimos haciendo algo bueno. Lo que nunc...