A eso de las seis de la tarde tocaron a la puerta, me encontraba estirádote en el sofá de mis sueños, el de la señora Mar, mientras veía una película en blanco y negro junto a ella, pero está se había quedado dormida a mitad de película.
Típico de viejitos.
Cada que quería cambiar el canal ella despertaba de la nada—medio sonámbula—, diciendo que no tocara nada que ella estaba viendo. Sí, comono y yo soy cantinflas. Le quise decir.
Al oir el sonido de la puerta ella volvió a despertar y en un murmullo me pidió que fuera a ver quién era y si se traba de algún semanero le dijera que ella no estaba en casa y que volviera la próxima semana, igualita a mi mamá.
Con pereza me levanté, avancé arrastrando los pies hasta llegar a la puerta y sin más abrí.
Al otro lado no se encontraba ningún cobrador de la semana, ni un testigo de Jehová (también supuse que podrían ser ellos jeje), en cambio, la persona que estaba tras la puerta era Gustavo. Todo mi aburrimiento se disipó en segundos, él me sonríe mientras me da una ojeada de pies a cabeza, yo hago lo mismo. Al parecer se ha bañando, ahora lleva una ropa diferente, el cabello húmedo y hecho un verdadero lío, en las manos al gato de doña Mar, quien me ve con cara de culo y como si quisiera poseer mi alma.
—Hola—me saluda.
Aumento mi sonrisa.
—Hola—le devuelvo el saludo y él también aumenta su sonrisa.
Pone al gato en el suelo, este me pasa por enmedio de los pies y se pierde por el pasillo mientras va maullando en su camino.
—¿Me estás coqueteando?—pregunta con una ceja enarcada. Yo solo me limito en fruncir las cejas sin entender una mierda. A mí que me hablen en español.
—¿El hola para ti es coqueteo?—cuestiono con diversión. Él asiente.—Eres raro.
—Tú también.—me la devuelve.
Maldito.
—Edic...—él me corta.
—... Edición limitada. Sí, bla,bla, bla, ya me los has dicho bastante—pongo mis ojos en blanco y le saco el dedo medio, él se ríe.—Y lo creo, no todos los días me encuentro a uno como tú por la calle.
—Vete a la mierda.
—Vamonos juntos.
Eso me hacer reír, pero en ese momento recuerdo lo que sucedió hace unas horas atrás, la manera extraña en que actuó, ahora luce como si nada hubiera pasado, como si no se hubiese ido de la nada y me haya respondido de una forma brusca y arisca, también por nada.
Le quiero protestar, decirle que me debe una disculpa y que no actúe así de hipócrita, porque enserio si me ofendí un poco. No obstante, la señora Mar gritó desde el interior preguntando quién era, en un grito igual de fuerte le respondo que es Tavo, ella solo me dice que lo invite a pasar, pero él me dice que aquí está bien.
—Oye—él dice, se pasa una mano por el cabello y suelta un suspiro.—Perdón por mi actitud de hace rato, fui un poco idiota y no suelo ser así.—se disculpa como si hubiese leído mis pensamientos, hago el intento de sonreír.—Yo...
—Descuida.—me apresuro en responderle, creo que es sincero y ahora no me importa una explicación, me es suficiente su disculpa.—No pasa nada.
—Enserio, yo...—trata de seguir pero no se lo permito.
—Ya cabrón, no importa, todos solemos ser así de pendejos.—me encojo de hombros, restando importancia.—Hasta yo.
Nos quedamos un momento en silencio y él relaja un poco el rostro, dando un nuevo suspiro. Eleva la vista y me ve directo a los ojos.
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Entre el verano y el invierno©
Novela JuvenilNicolás, un chico que es el "desastre" en persona. Gustavo, un chico que es la "mala suerte" en persona. Se verán involucrados en un sinfín de "cagadas" que ambos provocan inconscientemente, obvio, ambos son pésimos haciendo algo bueno. Lo que nunc...