Capítulo 17| Sin contexto.

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"Por si no fuera suficiente su desgracia, se enamoró"
-Oscar Wilde


En el comedor se encontraba Sandy comiendo un poco de cereal mientras miraba videos desde su celular. Al darse cuenta de mi presencia deja atrás lo que estaba haciendo para bendecir a todos los santos, incluso se pone de rodillas y eleva las manos con total dramatización. Yo en cambio, solo me quedo viendo sus acciones con el entrecejo fruncido.

Parece que le ha picado un mosquito radiactivo.

―Como que sabías que te necesitaba. ―dice en un suspiro mientras se levanta y apresuradamente me toma de un brazo para sumergirme en el pasillo de las habitaciones. Ni siquiera me da tiempo de poner objeciones o de decir "buenos días", aunque sean de todo menos "buenos"―Quiero que me ayudes a limpiar todo esto―abre la puerta de una y el polvo que hay me hace retroceder. Jamás había visto esta habitación por dentro, siempre estaba con seguro.

―No tengo ánimos para nada, dile a alguien más.―me suelto de su agarre y camino en la dirección opuesta, llegando a la sala, dejándome caer en aquel sofá que tanto amaba―Tengo pereza.

Ahora mismo solo quiero ponerme a ver televisión y nada más.

―Por favor, te voy a pagar y como premio extra te contaré chismes de Gustavo―suplica haciendo ojitos de cordero―Solo ayúdame a limpiar esa habitación y no te vuelvo a molestar.

―Es muy tentador pero no quiero, además no he desayunado. ―le digo como escusa.

―¿Qué quieres comer?, yo te lo preparo―ella me sonríe con ternura; sonrisa que es de soborno completo.

―¿Dónde está tu abuela?―observo a todos lados pero no la veo, eso es raro.

―Ha salido con mi madre, no creo que vengan temprano―se encoge de hombros mientras da vuelta por su propio eje y camina hacia la cocina. La sigo porque en realidad tengo hambre y por lo que veo ella sabe cocinar―Por cierto, me ha dicho que te dijera que me ayudes con la habitación―me guiña un ojo con total malicia, es obvio que eso no es verdad. Pongo mis ojos en blanco y le susurro un sincero "no"―Agh, ¿acaso no puedes hacer un favor sin poner los ojos como si un demonio se te metiera?, eres odioso, algún día te veré en el desierto―chista mientras me lanza una servilleta a la cara.

Sandra se sienta en frente a mí y hace silencio, se queda viendo por mucho tiempo el tarro de pimienta. Su cabello lo lleva atado desordenadamente en una cola alta, se ve demasiado desaliñada, como si hubiera pasado sin dormir la noche entera.

―Ya, está bien, pero con una condición.―accedo sin muchos ánimos al sentirme presionado con su silencio. Ella ensancha una sonrisa, incluso podría ganarle al gato que aparece en Alicia en el país de las maravillas.

―No me gustan las condiciones, pero bueno, ¿Qué quieres?―se levanta de la silla y pone los brazos en jarra, decidida a realizar cualquier acto que yo le autorice.

―Que me des dinero para reparar mi celular―esta vez soy yo el que sonríe como el gato de Alicia en el país de las maravillas, Sandra por su lado se queda seria―Te recuerdo que también es culpa tuya que yo...

―Joder, tú ganas, te voy a reparar el celular―corta mis palabras poniendo una manos sobre mi boca―Pero a cambio me pintas las uñas de la mano.

―Trato hecho.

―Mujer de negocios―me extiende la mano y la estrecho, cerrando nuestro trato.

Ella procede a ubicar una sartén a fuego lento, luego saca unas chuletas de pescado condimentadas del refrigerador y las empieza a sofreír con sumo cuidado. Me quedo atento observando atento a todos sus movimientos.

Entre el verano y el invierno©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora