°•×{Cuando la Luna salga nueva}ו°

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''Barrio Emperador, Calle Príncipe, Nº26''

Sabo leyó la tarjeta que le había dado Kureha, luego levantó la vista y miró el pico en el que comenzaba la calle. Estaba en la calle correcta. Metió marcha y giró para adentrarse en la larga vecindad. Condujo despacio mientras buscaba el portón con el número 26. Cuando lo encontró aparcó el coche en un pequeño estacionamiento que había frente la casa con un cartel que decía ''Reservado para pacientes''.

Sabo se bajó del coche y caminó hasta la verja de la casa. Junto al buzón, una placa dorada y reluciente dictaba: ''Consulta psiquiátrica Dr. Donquixote Rosinante''. Tras leerla echó un vistazo a la casa. Bastante moderna. Se notaba que él tío manejaba pasta. Se golpeó el dorso de la mano ligeramente con la tarjeta y por momentos dudó en si tocar al timbre o no. El sol comenzaba a ponerse, y el solo estaba nervioso. Se acomodó la gabardina que llevaba y cogiendo airé pulsó el timbre.

Contuvo la respiración hasta que oyó la voz masculina del otro lado.

-¿Diga?

-¿Dr. Donquixote...? -preguntó algo tímido.

-El mismo.

-La Dr. Kureha me dio cita con usted... Soy Sabo.

-Adelante.

Entonces se escuchó un feo y destartalado peep y Sabo entendió que le habían abierto la puerta. Empujó la puertecita de acero y la cerró cuando hubo pasado. Caminó por una entrada losada, pasando junto a un bonito jardín, hasta que llegó a la puerta de la casa color azul titanio, donde otra vez se resaltaba una plaquita como la de la entrada.

Alzó la mano para volver a tocar el timbre, pero un eléctrico sonido lo asustó. Pero lo asustó de una manera que si hubiera habido alguien en la calle se hubiera reído de él, pues el rubio se agachó por instinto y se llevó las manos a la cabeza. Se sintió algo abochornado y se incorporó, al mismo tiempo que volvía a escuchar el mismo sonido. Tras escucharlo seguido comprendió que era el estridente sonido de un amplificador y una guitarra eléctrica siendo afinada.

No quería husmear mucho, pero la curiosidad le ganó cuando escuchó los acordes de una melodía y el repiqueteo de una batería. Una voz de barítono y algo rasposa hizo aparición, cantando al ritmo de la música. Miró la puerta de la consulta y luego a la esquina de la casa de la que procedía la melodía. Sin pensarlo mucho más rodeó la casa y descubrió que la música venía del garaje de la propia casa.

Con pasos cortos se acercó hasta que distinguió a varias personas. Dándole la espalda y ligeramente encorvado había un muchacho de pelo azabache y alborotado, que le gritaba a un micrófono en un soporte mientras agarraba con fuerza una guitarra ocre. Levaba una camiseta de manga larga azul cobalto, remangada hasta los codos, que dejaban ver unos peculiares tatuajes que le adornaban los antebrazos y sus manos. Lo reconoció enseguida. Trafalgar Law, 2º de bachillerato de ciencias C, aka ''Dr. Muerte'', o ''el raro del C'', como Sabo lo reconocía mejor.

Sentado al fondo del garaje, sobre unos enormes altavoces rotos había otro chico, enorme, rubio y regordete, al que solo supo reconocer por haberle visto en los pasillos del instituto. Ni idea de su nombre.

A mandos de otra guitarra, un pelirrojo, que para el parecer de Sabo era de bote, pues se le notaba el pelo demasiado quemado, aunque eso le daba rollo a su rol de guitarrista; llevaba unas gafas negras y vestía un mono vaquero y holgado, desabrochado de los tirantes junto con una camiseta blanco roto. No sabía su nombre real, solo su apodo: Sachi. Lo conocía porque, junto con un tal Penguin, eran unos liantes bien conocidos en el instituto. Supuso entonces, que a manos del bajo, y junto a Sachi, estaba el antes nombrado Penguin. No por nada, si no porque vestía una holgada camiseta tuneada con dicho animal.

𝓤𝓷𝓪 𝓬𝓻𝓾𝓭𝓪 𝓻𝓮𝓪𝓵𝓲𝓭𝓪𝓭 (Sabo X Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora