Capítulo 10.

21 7 0
                                    

En los dos días siguientes a nuestra "discusión", empecé a comprender que mirar, pero nunca poder tocar, es un tipo especial de tormento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En los dos días siguientes a nuestra "discusión", empecé a comprender que mirar, pero nunca poder tocar, es un tipo especial de tormento. Más aún, cuando con cada avance que resulta infructuoso, termino luciendo miserable y Sedrik solo se mantiene ahí, pétreo. Es la primera vez desde que estamos juntos que me niega el contacto físico, aunque él insiste en que no es así y a continuación, intenta acallar mis replicas con una caricia o un beso tan breve, que solo sirven para agudizar esta horrible necesidad.

Es cierto, que no dijo que pretendía vetar el sexo, pero es evidente que no va a cruzar esa línea hasta sentirse completamente seguro de que tiene el control de sus instintos. Incluso estando sola en nuestro cuarto, soy incapaz de contener un bufido. Los toqueteos por encima de la manta mientras me acompaña en la cama por la noche, la forma en que se desvive para complacerme en los demás aspectos de nuestra relación, su determinación de mantenerme ocupara y entretenida, dejo de ser suficiente hace mucho.

En especial, porque lo que antes parecía inocuo, ahora pone en riesgo su autocontrol. Si intento profesarle algún gesto cariñoso, si me acerco demasiado, incluso la forma en que me visto, le pone en tensión. Inquieta, aguardo el momento en que explote, pero él asegura que eso no sucederá.

Por otra parte, trato de recordar que es nuestra luna de miel y disfrutar de ello. Son recuerdos que atesoraremos para siempre y no quiero que se manchen por nada. Ha habido grandes momentos, de eso no cabe duda. Sonrió con nostalgia al recordar la tarde en que Sedrik alquilo un pequeño yate para recorrer la costa. Se aseguró de mostrarme hasta el último rincón de la isla y para terminar, nos bañamos en las aguas cristalinas del océano.

Pese a su renuencia a tocarnos, se mantuvo cerca a cada instante, cuidándome. Pero hasta cuando aproveche que estaba a los mandos del barco para conseguir un beso de verdad por su parte, no logré nada. Y tampoco en la cena, donde me llevo a un sitio muy fino y cabria esperar que, como cualquier pareja recién casada, termináramos enredados nada más salir del restaurante.

De resto parece que el clima tropical me sienta mejor de lo que imagine en un inicio. Mi apetito se ha abierto y tengo un ánimo de comer y probar cosas nuevas, que desconocía. La comida típica es deliciosa, así que lo más probable, es que vuelva a casa con algún kilo de más, pero es lo que menos importa. También duermo largas horas. Nada más cerrar los ojos por la noche, me sumo en un profundo sueño. Lo único raro, es que pese a descansar tan bien, por la tarde, estoy agotada. Así que termino echando una cabezadita involuntaria en cualquier rincón de la casa.

Aunque sé lo difícil que le resulta, siempre le pido a Sedrik que permanezca conmigo por la noche. Me encanta acomodarme en su pecho o al menos, sentir su presencia a mi lado. Por suerte, hasta el momento, no ha faltado a su palabra ni una vez. Es cierto, veo los mejores lugares, viajo en coches de lujo, visto ropa cara, e incluso tenemos personal que limpia la casa y hasta me preparan la comida. Nunca les veo, Sedrik dice que se encargan de todo cuando estamos fuera. Cualquier pareja necesita intimidad y es mejor tener cuidado a la hora de proteger el secreto de Sedrik. No debería tener quejas, pero la tengo.

Eternidad - Saga Criaturas de la noche IV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora