Capítulo 14.

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Despierto con el estómago rugiendo de hambre

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Despierto con el estómago rugiendo de hambre. Después de mi mal estar mañanero, Sedrik preparo algo sencillo y para dar la impresión de que estaba mejor, hice el esfuerzo de comer algo. Pero a penas toque la fruta y di un par de bocados a la tostada. Sin embargo, esto debe ser una buena señal.

Quizás una buena cabezadita es justo lo que necesitaba para asentar el estómago, aunque aún no tengo claro el porqué me sentí así y sobre todo, de forma tan repentina. Meso mi largo cabello mientras tomo asiento en la hamaca. Creo que solo he dormido una hora, porque aún puedo disfrutar de los hermosos colores que inundan el cielo a medida que el sol desaparece en el horizonte.

Aún no es noche cerrada, pero corre una suave brisa, así que me envuelvo en la manta y tomo el móvil de la mesa antes de entrar en casa. Con pasos lentos y soñolientos, llego a la cocina. Conformada por muebles de madera oscura, paredes de un amarillo suave y utensilios colgando del techo... es todo lo que cabria esperar del escenario perfecto para un programa de recetas.

Desafortunadamente, carezco de las capacidades culinarias para ello, y respecta a Sedrik, quien sabe. Él siempre consigue sorprenderme. Sus desayunos son increíbles, pero no tengo idea de como se resuelve más allá, ya que en las Islas Vírgenes, el personal de la casa se ocupaba de dejar mi menú del día en la nevera.

Pienso en probar con algo de ternera a la plancha. Ahora que he recuperado el apetito, parece un buen momento para intentar reconciliarme con algún alimento "prohibido". Esperemos que no me den arcadas solo con olerlo, como la última vez.

Abro la nevera, pensando que puedo hacer una ensalada simple para acompañar, así quizás no sea tan difícil enfrentarme al filete. Pero paro en seco, cuando solo encuentro estantes vacíos. Sorprendida, rebusco por los cajones. Pensé que habría algo más allá de una cuña de queso, pan y leche.

No puedo culpar a nadie, pues en realidad, es prácticamente lo único que he tolerado desde que estamos aquí y si había algo más, Sedrik debió deshacerse de todo cuando caduco. El problema es que los pinchazos en el vientre no van a cesar hasta que coma algo y no creo poder resolver un plato decente con lo que hay aquí. Miro por la ventana y creo que aún dispongo de un par de horas de luz para ir a comprar algo.

El pueblo está a unos kilómetros, pero puedo tomar el coche del garaje. Sedrik no dio a entender en ningún momento que debía quedarme en casa. Quizás es porque ni siquiera se le pasó por la cabeza, pero solo voy a conseguir algunos comestibles y regresar. No hay nada de malo, ni peligroso en ello.

Él dijo que volvería antes del anochecer, así que debo darme prisa, pues no quiero que regrese y encuentre la casa vacía. Entonces, sí que formara un completo escándalo. Agarro las llaves, cojo una bolsa de tela y me calzo las zapatillas. Antes de salir por la puerta, echo un vistazo a mi imagen en el espejo.

Sigo un pelín pálida, pero nada alarmante. Enseguida, suelto un bufido y niego con la cabeza. No va a pasar nada. Sedrik lo entenderá.

Creo que estoy demasiado tensa porque no nos hemos separado ni un instante en este último mes y salir sin él, se siente extraño. Aun así, debo recordar que no estamos en Wyoming. Esta casa, el pueblo, es un entorno seguro.

Eternidad - Saga Criaturas de la noche IV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora