Capítulo 12 (+18).

33 8 8
                                    

—Es tarde —espeta, con la mandíbula apretada—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Es tarde —espeta, con la mandíbula apretada—. Mañana...

—No —suelto, dura. Ni siquiera le dejo continuar, pues ya he previsto que intentara lo que sea, con tal de postergar esta discusión—. Las cosas no están bien, y lo sabes —digo, harta de pretender lo contrario.

—Es algo temporal —sentencia, frío—. Pronto recuperaré el control de mis instintos. Entonces, no tendremos que volver a estar alejados, lo juro —añade, lo que parece una eternidad después. Pese a sus esfuerzos por lucir impávido, sé bien que en el fondo, mi dolor le devora.

—Sedrik, te amo, tal y como eres. Todo de ti —declaro, acercándome inconscientemente. La forma en que su figura se torna rígida, es un duro golpe, que digiero a duras penas. No puedo rendirme ahora—. Lo que necesito, es que me dejes entrar —pido, compasiva. A forma de reforzar mi declaración, extiendo la mano con cautela, en busca de la suya. Es como si hubiera pasado una vida, desde la última vez que me permitió tocarle con libertad.

—Para —pronuncia, en un tono tan bajo que me cuesta escucharle, aunque su actitud queda bastante clara, pues enseguida aleja su brazo.

—Echo de menos besarte, que me abraces mientras duermo, que me hagas el amor —confieso, rota. La oleada de pensamientos y emociones que he estado conteniendo durante estos días me sobrepasa. No tengo fuerzas, ni ganas de seguir fingiendo, para desgracia de ambos—. Intento entenderte, de verdad... pero siento que si no hago nada para que esto cambie, vamos a terminar en un lugar muy oscuro —quiero razonar con él, al menos intentarlo, antes de pasar a cosas más extremas—. Sedrik, por favor —capto como echa un breve vistazo al anillo en mi dedo. El símbolo de nuestra unión como marido y mujer. Entonces, un destello de puro sufrimiento cruza su expresión y solo puedo imaginar la agonía que se esconde en realidad debajo de ese bello rostro.

Pese a lo mucho que intento evitarlo, una lágrima rueda por mi mejilla. Rauda, la borro de un manotazo, queriendo lucir firme y dura, como él, pero fallo miserablemente.

¿En qué instante creí que podía arreglar esto?

—Cuando nos casamos, juré que te protegería de cualquier daño —dice, mesando su cabello. Más mechones rubios se sueltan de la coleta, rozando sus pómulos de un modo, que junto con la tenue luz de la luna, parece un ángel rebelde—. Ahora mismo, el mayor peligro para tu vida, soy yo —reflexiona, sin darme objeto a réplica—. Verte llorar es la peor tortura que he tenido que soportar en mi basta existencia. Pero no volveré a tocarte hasta tener a la bestia bajo control —promete, como si fuera un mantra que repite constantemente, para no perder el enfoque.

La horrible visión que Sedrik tiene de sí mismo, es algo que guarda origen mucho antes de conocerme y que fue forjado por el maltrato de sus progenitores, el vicio de la corte, las estrictas y sanguinarias tradiciones que la raza vampírica perpetua como forma de mantener el estatus. Esa "bestia" como la denomina, es el orgullo de cualquier príncipe y futuro rey de los vampiros, pero para él, es una condena.

Eternidad - Saga Criaturas de la noche IV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora