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Japón, Kitakyushu


Un grito ensordecedor lleno la habitación y el sonido de la carne siendo cercenada hacía un acompañamiento en la horrorosa melodía de la tortura.

Un verdugo guiando la sentencia y una víctima rogando por perdón, perdón que ninguno de los dos se merecía y que terminaría por consumirlos a ambos.

El jefe Yakuza se encontraba mirando como cortaban las extremidades de aquella basura coreana, Kwang siempre hacia un buen trabajo, y esta vez, no era la excepción. Cuánto soñaba aquel anciano de haberlo engendrado, Lim Kai era un buen hijo y ese era el maldito problema, en una mafia no puede haber buenas personas.

Un grito desgarrador llegó a sus oídos, sacándole una sonrisa.

- Veo que puedes usar tu boca- Habló por primera vez.- Tu gente está muerta, todos ellos, incluso la perra a la que seguían, no sigas guardando información.

- Mátame - Respondió jadeante.

- Bueno, eso pasará eventualmente - Cruzó los brazos- Pero quería que hablaras antes de que mis hombres te arrancarán los dientes.

- Eres un cobarde, atacar por la espalda solo te hace una rata... No sabes una mierda de mafias- escupió el chico en el suelo rodeado de su sangre.

-Se más que tú, no soy yo el que está sangrando luego de una hermosa tortura- se agachó frente a él.

- Pero yo se de lealtad- Miró a todos en la habitación con dificultad - Mira a todos los que te rodean- río - Desde el infierno me deleitare cuando la persona en la que más confíes te apuñale por la espalda.

- Por lo visto no vas a colaborar- Se levantó- Te dejaré a cargo de estos dos- Empezó a caminar lentamente hacia la salida- Avísenme si suelta algo.

- Si, señor- Dijeron al unísono.

Mientras caminaba revisaba los mensajes que Kwang le había dejado desde un celular desechable. Quería decir que los Coreanos eran unos incompetentes, pero no podía, no era tan simple. Mingwa había logrado infiltrar a algunos hombres en el cuerpo policial y por su culpa ahora debía revisar a su personal.

Incluso después de muerta seguía ocasionando problemas, y es que no entendía como es que todos le guardaban tanta lealtad ¿Acaso les había hecho una mamada a todos sus soldados?

Estaba a punto de enloquecer y Kai no quería participar en nada contra los Coreanos. Sin embargo, ya nada importaba, todo tenía su nombre y podía crear un imperio sobre el maldito cadáver de Mingwa.

Solo le faltaban aquellas escorias, que seguramente estaban en algún lugar del mundo esperando un descuido para matarlo, y el estaría preparado.

En este punto, el dinero no era realmente importante, tenía mucho de eso para poder vivir tranquilo cinco vidas enteras. El estatus era lo que buscaba, necesitaba tener el poder en los lugares a los que llegaba y no ser un maldito invitado de otras mafias, quería ser temido y venerado.
Y a pesar de que tenía a personas de altos mandos con mucho poder pidiéndole mercancía constantemente, no podía evitar pensar en el mercado que Mingwa manejaba, mercado que se había mantenido incluso sin las ventas de infantes.

Tomando el mandato de Mingwa como suyo, podría introducir todo aquello que ella había negado y todos empezarían a correr la voz.

Lezhim había empezado a trabajar nuevamente, una nueva persona al mando y ahora podía negociar la mercancía más costosa de allí. La carta de Choi había sido incinerada, ya que al descubrir que había coreanos infiltrados en la policía, les pareció más seguro deshacerse de todas las pruebas.

Una Bala al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora