10

554 63 28
                                        

Guryong, Gangnam, Seúl
Septiembre 2008

Jooha se despertó dolor en todo su cuerpo, miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba solo. Se levantó lo más rápido que le permitieron sus piernas considerando el dolor fuerte que se asentaba en su espalda baja. Sabía que era ilógico pensar que un mafioso iba a quedarse a dormir con él, Pero eso no hizo que se desilusionara menos.

Y entonces algo vino su mente, estaba despierto, el hombre que lo había profanado no estaba junto a él, y no había ninguna perla en la habitación. Se maldijo mentalmente por ser tan estúpido y entregarse sin ver las consecuencias.

Ahora no sería más que un simple objeto de disfrute para el mafioso, nadie a parte de el mismo sabía de sus perlas. Había investigado durante años ese fenómeno, pero simplemente no había una respuesta. Lo único que aparecía en sus búsquedas eran implantes y no era suficiente, no cuando su cuerpo creaba perlas reales.

Una lágrima escapó por su mejilla, pero no era de tristeza, era de impotencia. Había escapado de su madre, la mujer que le había hecho la vida imposible y ahora seguramente todo volvería a ocurrir. Quizás su madre no sabía de sus perlas, pero lo había usado como si de un banco se tratara, había usado su rostro y su cuerpo para mantener sus vidas, lo había obligado a ser un idol, pero el se negó, aceptando sus trabajos como modelo. Estaba cansado, cansado de sus dietas, cansado de que la gente lo mirara, lo siguiera y espiara sin parar. Estaba cansado de huir, de correr, de esconderse como si de una rata se tratará y lo único que podía hacer justo ahora era ceder, ceder como lo hizo toda su vida.

Se levantó de la cama con una mueca adornando sus facciones, le dolía todo el cuerpo, pero sus muslos y su espalda baja lo estaban matando. Jooha no era virgen, había intentado con mujeres y con hombres, podía estar muy excitado cuando lo hacía, pero su mente siempre lo llevaba a las perlas y nunca terminaba lo que empezó, dejando a sus parejas insatisfechas. Con hombres era más fácil, era complejo acabar si su pareja no sabía tocarlo y de esa forma mantenía su secreto intacto.

Abrió la ducha y se metió bajo el agua. El mafioso aunque era peligroso, había sido cuidadoso con él, se preocupó porque lo disfrutará y solo por eso se encontraba sobre pensando todo lo ocurrido. ¿Por qué un hombre que es tan peligroso se preocuparía por el placer de su rehén? Y entonces llegó a la conclusión de que este hombre hermoso y atento, no era realmente malo y se imagino a sí mismo pidiéndole huir de esa mafia juntos y tener una vida feliz.

Mientras sus manos recorrían su cuerpo, Dooshik se paró en el marco de la puerta a observarlo. Notó que el chico era valioso, pero no era solo por las perlas, es que era realmente hermoso. Estaba fascinado con todos los atributos que tenía aquel chico y es que a parte de ser realmente receptivo, también era colaborador, era capaz de ocuparse de su pareja sexual y de disfrutar de la misma manera. Había pocos chicos como él, tan valientes para decir que si, aunque no sepa lo que le van a hacer. Lentamente se despojó de sus prendas y entró a la ducha lentamente.

-¿Por qué tan pensativo?- Preguntó colocando sus manos en la cintura contraria, recibiendo un pequeño sobresalto.

-Me asustó - Jadeó volteándose lo más rápido que pudo.

-Lo siento- Rodeó la cintura y lo acercó más a sí.- También lamento haberme ido así, no quería que despertarás solo, pero tenía algunas cosas que hacer.

-No tiene porque darme explicaciones, Señor- Bajó la cabeza en señal de sumisión - Entiendo mi posición y también entiendo la suya- levantó la cabeza - No soy más que un rehén y estoy bien con eso.

- ¿Por qué estarías bien con eso?- Preguntó tomando su barbilla en su mano.

-Porque estoy cansado de sufrir o llorar por cosas que no puedo cambiar- Elevó los hombros reposando su mejilla en la mano contraria.

Una Bala al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora