IV

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PIPER

Annabeth me habló de todas las cosas increíbles que ofrecía el campamento —tiro con arco mágico, monta de pegasos, el muro de lava, pelea con monstruos—, pero no mostraba entusiasmo, como si tuviera la cabeza en otra parte. Señaló el pabellón del comedor al aire libre con vistas al estrecho de Long Island. (Sí, Long Island, Nueva York; habíamos viajado tan lejos en el carro). Me explicó que el Campamento Mestizo era principalmente un campamento de verano, pero que algunos chicos se quedaban allí todo el año, y habían acogido a tantos campistas que siempre estaba lleno, incluso en invierno.

Me preguntaba quién dirigía el campamento y cómo habían sabido que nuestro sitio estaba allí. También me preguntaba si tendría que quedarme a tiempo completo o si se me darían bien las actividades. ¿Podías salir del centro sin haber luchado contra monstruos? Un millón de preguntas bullían en mi cabeza, pero, para no molestar a Annabeth, decidí quedarme callada.

Mientras subíamos una colina situada en las afueras del campamento, me volví y contemplé la increíble vista del valle: la gran extensión de bosque hacia el noroeste, una playa preciosa, el arroyo, el lago con canoas, los exuberantes campos verdes y toda la distribución de las cabañas, una extraña colección de edificios dispuestos como la letra omega griega, Ω, con una curva formada por cabañas alrededor de un prado central y dos alas que asomaban a cada lado en la parte inferior. Conté veinte cabañas en total. Una emitía un brillo dorado; otra, plateado. Una tenía hierba en el tejado. Otra era de vivo color rojo y tenía zanjas con alambre de púa. Una cabaña era negra y tenía antorchas verdes encendidas en la fachada.

En conjunto parecía un mundo distinto de las colinas nevadas y los campos del exterior.

"El valle está protegido de los ojos de los mortales." explicó Annabeth "Como puedes ver, el clima también está controlado. Cada cabaña representa a un dios griego: un lugar para que vivan los hijos de cada dios."

Me miró como si estuviera intentando evaluar cómo asimilaba la noticia.

"¿Estás diciendo que mi madre era una diosa?"

Annabeth asintió.

"Te lo estás tomando con mucha tranquilidad."

No podía contarle por qué. No podía reconocer que eso no hacía más que confirmar las extrañas sensaciones que llevaba años experimentando, las discusiones que había mantenido con mi padre con respecto a la ausencia de fotos de mi madre en casa, y al motivo por el que mi padre se negaba a decirme exactamente cómo y por qué nos había abandonado mi madre. Pero, por encima de todo, el sueño me había advertido de que se avecinaba ese momento. «Dentro de poco te encontrarán, semidiosa —había dicho aquella voz cavernosa—. Cuando lo hagan, sigue nuestras instrucciones. Colabora, y tu padre vivirá».

Inspiré de forma temblorosa.

"Supongo que, después de esta mañana, es un poco más fácil de creer. Entonces, ¿dónde está mi madre?"

"Dentro de poco deberíamos saberlo." dijo Annabeth "Tú tienes... ¿cuántos años...? ¿Quince? Se supone que los dioses te reconocen cuando tienes trece años. Ese era el trato."

"¿El trato?"

"El verano pasado hicieron una promesa... Bueno, es una larga historia..., pero prometieron que no seguirían desentendiéndose de sus hijos semidioses y que los reconocerían cuando cumplieran trece años. A veces tardan un poco más, pero ya has visto lo rápido que han llamado a Leo cuando ha llegado. A ti debería pasarte lo mismo dentro de poco. Esta noche, en la fogata, seguro que tendremos una señal."

ᴇʟ ᴄᴏᴍɪᴇɴᴢᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴘʀᴏғ  ᴇᴄɪ́ᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora