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PIPER

Pedir prestado el helicóptero fue fácil. Conseguir que mi padre subiera a bordo, no.

Solo necesité unos segundos de conversación a través del megáfono improvisado de Leo para convencer a la piloto de que aterrizara en la montaña. El helicóptero del Servicio de Parques era lo bastante grande para evacuaciones médicas o búsquedas y rescates, y cuando le dije a la amable piloto que sería buena idea llevarlos al aeropuerto de Oakland, la mujer accedió de buena gana.

"No." murmuró mi padre, cuando lo levantamos del suelo "Piper, ¿qué...? Había monstruos... había monstruos..."

Leo y Jason me ayudaron a moverlo, mientras el entrenador Hedge recogía sus provisiones. Afortunadamente, Hedge se había vuelto a poner los pantalones y los zapatos, de modo que no tuve que dar explicaciones por las patas de cabra.

Me partía el corazón ver a mi padre así: al límite, llorando como un niño. No sabía exactamente lo que le había hecho el gigante, cómo los monstruos habían quebrantado su espíritu, pero no creía que pudiera soportar averiguarlo.

"Todo va a ir bien, papá." le dije, adoptando el tono de voz más tranquilizador posible. No quería embrujahablar a mi propio padre, pero parecía la única forma "Estas personas son mis amigos. Te vamos a ayudar. Ya estamos a salvo."

Él parpadeó y miró los rotores del helicóptero.

"Hélices. Una máquina con muchas hélices. Con seis brazos..."

Cuando lo llevamos hasta las puertas, la piloto se acercó a ayudar.

"¿Qué le pasa?" preguntó.

"Inhalación de humo." propuso Jason "O agotamiento por calor."

"Deberíamos llevarlo a un hospital." dijo la piloto.

"No pasa nada." aseguré "El aeropuerto está bien."

"Sí, el aeropuerto está bien." respondió la piloto inmediatamente. A continuación frunció el entrecejo, como si no estuviera segura de por qué había cambiado de opinión "¿No es Tristan McLean, la estrella de cine?"

"No." contesté "Solo se parece a él. Olvídelo."

"Sí." dijo la piloto "Solo se parece a él. Yo..." Parpadeó, confundida "No me acuerdo de lo que estaba diciendo. Pongámonos en marcha."

Jason me miró con las cejas arqueadas, claramente impresionado, pero yo estaba deprimida. No quería distorsionar la mente de las personas, convencerlos de cosas que no creían. Era una actitud muy dominante y no estaba nada bien, algo que Drew haría en el campamento, o Medea en sus diabólicos grandes almacenes. ¿Y de qué iba a servirle a mi padre? No podía convencerlo de que iba a estar bien o de que no había pasado nada. Su trauma era demasiado profundo.

Finalmente lo subimos a bordo, y el helicóptero despegó. La piloto no paraba de recibir mensajes por la radio preguntándole adónde iba, pero ella no les hacía  caso. Nos alejamos de la montaña incendiada y nos dirigimos a las colinas de Berkeley.

"Piper." mi padre me cogió la mano y me la aferró como si tuviera miedo de caerse "¿Eres tú? Me dijeron... me dijeron que te ibas a morir. Dijeron... que pasarían cosas horribles."

"Soy yo, papá." tuve que armarme de toda mi fuerza de voluntad para no llorar. Tenía que ser fuerte "Todo va a ir bien."

"Eran monstruos." dijo él "Monstruos de verdad. Espíritus de la tierra, como los de las historias del abuelo Tom... y la Madre Tierra estaba enfadada conmigo. Y el gigante Tsul'kälû escupía fuego..." Se centró en mi de nuevo, con los ojos como de cristal roto, reflejando una luz desquiciada "Dijeron que eras una semidiosa. Que tu madre era..."

"Afrodita." dijo Piper "La diosa del amor."

"Yo... yo..."

Inspiró de forma trémula y pareció olvidarse de espirar.

Mis amigos trataban de no mirar. Leo jugueteaba con una tuerca de su cinturón. Jason contemplaba el valle: en las carreteras se estaban formando atascos porque los mortales paraban sus coches y se quedaban mirando boquiabiertos la montaña incendiada. Gleeson masticaba el tallo de su clavel, y por una vez el sátiro no parecía con ganas de gritar ni de fanfarronear.

Se suponía que Tristan McLean no podía ser visto en ese estado. Era una estrella. Era seguro, elegante, afable... siempre controlando la situación. Esa era la imagen pública que proyectaba. Yo ya había visto flaquear esa imagen antes. Pero entonces era distinto. En ese momento estaba destrozado, ido.

"No sabía lo de mamá." le dije "No hasta que te secuestraron. Cuando descubrimos dónde estabas, vinimos enseguida. Mis amigos me han ayudado. Nadie volverá a hacerte daño."

Mi padre no paraba de temblar.

"Tú y tus amigos... son héroes. No puedo creerlo. Eres una heroína de verdad, no como yo. Tú no interpretas un papel. Estoy muy orgulloso de ti, Pipes."

Pero murmuró las palabras en tono apático, en una especie de trance. Contempló el valle, y aflojó el agarre de mi mano.

"Tu madre nunca me lo dijo."

"Creyó que era lo mejor."

Sonaba poco convincente incluso para mi, y era algo que no se podía cambiar con la embrujahabla. Pero no le dije lo que realmente le preocupaba a Afrodita: «Si tiene que pasar el resto de su vida con esos recuerdos, sabiendo que dioses y espíritus caminan por la tierra, quedará destrozado».

Rebusqué en el bolsillo de mi chaqueta. El frasco seguía allí, caliente al tacto.

Pero ¿cómo podía borrarle los recuerdos? Mi padre por fin sabía quién era. Estaba orgulloso de mi, y por una vez yo era su heroína, no al revés. Ahora nunca me mandaría lejos de él. Compartíamos un secreto.

¿Qué hago? ¿Cómo consigo que las cosas vuelvan a ser como antes?

Le agarré la mano mientras le hablaba de cosas intrascendentes: mi estancia en la Escuela del Monte o mi cabaña en el Campamento Mestizo. Le dije que el entrenador Hedge comía claveles y que se había caído con el culo en pompa en el Monte del Diablo, que Leo había domado a un dragón y que Jason había hecho retroceder a unos lobos hablando en latín. Mis amigos sonreían de mala gana conforme relataba nuestras aventuras. Mi padre pareció relajarse mientras hablaba, pero no sonreía. Ni siquiera estaba segura de que me oyera.

Al pasar por encima de las colinas que daban paso al Este de la Bahía, Jason se puso tenso. Se asomó tanto por la puerta que temí que se fuera a caer.

Señaló con el dedo.

"¿Qué es eso?"

Miré abajo, pero no vi nada interesante: solo colinas, bosques, pequeños caminos que serpenteaban entre los cañones. Una autopista atravesaba un túnel en la montaña y conectaba el Este de la Bahía con los pueblos del interior.

"¿Dónde?" pregunté.

"Esa carretera." dijo él "La que atraviesa las colinas."

Tomé el casco comunicador que me había entregado la piloto y transmití la pregunta por radio. La respuesta no era muy apasionante.

"Dice que es la Autopista 24." respondí "Ese es el túnel Caldecott. ¿Por qué?"

Jason se quedó mirando fijamente la entrada del túnel, pero no dijo nada. El túnel desapareció cuando sobrevolamos el centro de Oakland, pero Jason siguió mirando a lo lejos, con una expresión casi tan turbada como la de mi padre.

"Monstruos." dijo mi padre, y una lágrima le corrió por la mejilla "Vivo en un mundo de monstruos."

***

ᴇʟ ᴄᴏᴍɪᴇɴᴢᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴘʀᴏғ  ᴇᴄɪ́ᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora