Capítulo 05

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Actualidad.

El sol irradia sus rayos lumínicos arriba de nosotros, las nubes lo acompañan en la soledad del cielo. Hoy el día se encuentra más armónico y con color, sin embargo, el fresco clima persiste, al igual que las nubes blancas y las pasajeras lloviznas.

Las calles de San Rosita se encuentran concurridas, pero no en demasía. El clima es agradable, ni frío ni caluroso: perfecto para usar pantaloncillos cortos y un abrigo arriba, o invertido. Varios vecinos se encuentran metidos en sus casas, tapados por sus sábanas y dormitando, aprovechando el clima para tomar una siesta; otros, como nosotros, aprovechan para salir a pasear y ver tiendas, sin preocuparse por el calor.

—¿Tienen planeado tener hijos?

—Marissa —le regaña mi papá, mirando ceñudo a mi mamá.

Yo, mis papás y Nahuel decidimos dar un paseo y presentarle a San Rosita a mi prometido. Mi tío Martín se decidió por volver a su casa, debía abrir la tienda, explicó.

Nahuel toma y rodea mi mano, en busca de apoyo.

Suelto una risa incómoda y me encojo de hombros. Nunca me he planteado el tener hijos, es decir, siempre he tenido en claro que ese suceso tendría que llevarse a cabo en algún momento, pero jamás me planteé el cuándo, o cuántos. Sólo con quién, y fue hace mucho tiempo.

—Aún no lo hemos hablado —responde Nahuel, cortés y amable como es de costumbre.

—Oh, es una lástima —se lamenta mamá. Papá le codea sutil y suavemente—. ¿Qué? —le dice— Mi madre en una mujer anciana, cariño. Y uno de sus más grandes sueños es ver a Karol con hijos, ella quiere bisnietos.

—No, tu mamá dijo que quiere ver a Karol feliz y casada, no con hijos. Karol todavía es muy joven —le corrige papá, con el entrecejo fruncido.

<<Mejor no digo nada>> pienso. Quizá ai no hablo, pase por inadvertida.

Nahuel acaricia de manera dulce mi mano con su pulgar. Sonrío para mis adentros.

—Está explícito entre líneas, cariño —le quita importancia con un ademán.

—Antes de tener hijos, deben estar bien establecidos, con una casa, un trabajo, y que su hogar desborde de amor y cariño —opina papá, no podría estar más de acuerdo con eso.

—Y lo están —dice mamá—. ¿Casa? Ya tienen, ¿Trabajo? Los dos ya cuentan con uno estable. ¿Y amor y cariño? Se están por casar, qué más prueba de eso se necesita.

—Ay, cariño... —niega con la cabeza.

Seguimos el camino al centro del pueblo en un silencio cómodo y cortado de vez en cuando por algún que otro comentario por parte de papá, hasta que mamá y él comienzan a contarle a Nahuel anécdotas que vivimos juntos en las calles que transcurrimos, o alguna que otra historia de una pequeña o adolescente yo. En la mayoría de esas historias es nombrada María.

Intento no prestar atención a su plática, lo que menos deseo es pensar en ella. El día de ayer todo fue tan raro... el saludo, cuando estuvimos dentro de su casa, las miradas, la tensión, la despedida. Las escenas y sus palabras siguen haciendo eco en mi mente. Por más que intento sacar a María de mi cabeza, no lo logro, es como una canción en bucle: jamás pasa a otra canción.

BonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora