Actualidad.
Miércoles. No puedo creer que sea miércoles, es la mitad, el intermediario de esta semana tan pesada en La Capital.
Con María llegamos el lunes, salimos nada más terminar el cumpleaños de mi abuela. El martes, el día de ayer, sin embargo, no nos vimos y apenas y supe algo de ella vía el grupo de WhatsApp creado por Melody y llamado "¡El ramo es mío perras!".
Todavía no terminamos la semana, pero soy completamente capaz de asegurar que el martes fue el día más pesado. Si bien el lunes, Nahuel y yo hicimos la lista de invitados apenas todos salieron del departamento, el martes implicó hacer llamadas, hablar con el encargado de organizar las ceremonias, y la dueña del local que vamos a alquilar. Nos cobraron todo más caro que lo que habíamos pactado antes, por no congelar precio; pero siendo sincera, eso es a lo que menos le di importancia.
Nos dijeron que las fechas estaban llenas. Solo tenían lugar libre para dentro de tres semanas.
Tres. Malditas. Semanas.
Fue imposible decir que no, que era muy precipitado. La única otra fecha que podíamos agarrar es dentro de casi un año, tal parece, ahora todos tienen manía con casarse y alquilar ese estúpido y costoso local.
Nahuel dió el sí y firmó los papeles. Apenas y pude escuchar la bomba noticia, me quedé con la mente en blanco y sin habla.
Quería decir que no.
Pero al final no dije nada, y ahora nos vamos a casar dentro de tres malditas semanas.
Al final nuestra lista de invitados fue más larga de lo que creíamos, quinientas personas; sobra con decir que apenas y conozco a setenta de ellas, solo mis familiares, sus parejas, hijos, y compañeras del trabajo o cuando estaba en la universidad estudiando. Los demás son invitados de Nahuel, familia, amigos, y gente importante de su trabajo.
Tampoco fui capaz de contarles el cambio de planes a las chicas por mensaje.
¿Cómo le digo a María que, en vez de tener dos meses para estar juntas, tenemos solo tres semanas?
Ni yo he podido digerirlo todavía.
Mi teléfono suena, la canción Bésame de Camila resuena en mi auto. Es Mía, tirita la pantalla, no tardo en responder.
—Hey, hola, ¿ya vienes, prima?
—En eso. Estoy llegando y... aparcando —al compás con mis palabras, aparco el coche—. ¿Ya están todas?
—Sí, sí. Te estamos esperando ya adentro.
—Vale, ya estoy con ustedes.
Abro la puerta a mi izquierda, y salgo del auto. Antes de siquiera darme cuenta, Mía me cortó la llamada.
Un suspiro abandona mis labios. Si quería privacidad para darle la noticia a María, no debí esperar hasta este momento: la elección de los atuendos de dama de honor y mi vestido de novia.
Nahuel está con sus hermanos, al otro lado de la ciudad en una boutique de trajes a medida. Antes de salir de casa lo hablamos, acordamos que tanto damas como padrinos utilizaran un color celeste laguna.
Hoy vemos esto, mi vestido de novia, y Nahuel su traje. Lo hablamos también, él se vestirá principalmente de un blanco crema.
Sin más meditaciones, entro al local. Es espacioso, de entre los colores, el rojo vino y el color crema predominan. Dando todo un aire elegante y sofisticado. Hay un mostrador, pero no hay nadie detrás. A los lados hay pasillos, que llevan a pequeñas salas con sofás enormes y una pequeña plataforma circular en medio, arriba de esta, un espejo de cuerpo completo.
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Bonita
RandomKarol está a tres meses de casarse con Nahuel, alias "el amor de su vida". Pero por pedido de su madre, se ve obligada a regresar a su casa y pueblo natal; dónde se reencuentra con su familia, amigos, vecinos, su ex mejor amiga... y su ex amante. Em...