Hace quince años.
—Feliz primavera.
—Feliz primavera.
El parque se encontraba vacío. Era veintiuno de septiembre, el primer día de la primavera. Sin embargo, el día se encontraba más nublado que soleado.
Eran alrededor de las siete de la tarde. Todas las parejas se habían juntado más temprano, al igual que las amistades más cercanas.
En San Rosita, y en toda la Argentina, se tiene la costumbre de regalar flores amarillas en primavera, debido a una vieja telenovela que se grabó entre nuestras calles hace años, donde a la protagonista me regalaban flores de este color, este día.
Maria y yo habíamos decido juntarnos ese veintiuno de septiembre. Sin pautar regalar nada, lo común era que se hicieran ese regalo las parejas enamoradas.
Pese a eso, desde el momento en el que cada una había llegado al parque —cada quién habia decido llegar por su lado—, y nos encontramos, ninguna sacaba las manos de detrás de la espalda.
Las mejillas de María estaban sonrosadas, y tenía su cabello castaño entre la cara, algo que solo permitía cuando se encontraba nerviosa. Yo no me sentía mejor que ella.
Y, como si las dos hubiésemos echo una cuenta regresiva en nuestras mentes, revelamos lo que traíamos entre manos al mismo tiempo.
Yo, un girasol más grande que la mano mía que la sostenía, envuelto en papel gris de regalo.
Ella, con un ramo de tulipanes amarillos echos delicadamente a papel, envueltos en otra hoja rosada.
Sus mejillas se pusieron coloradas, casi al mismo tiempo en que sentí el calor invadir las mías.
—Yo... ay, perdón —se tapó su carita con su ramo de flores de papel.
—No. Yo perdón —<<¿Qué dije?>>—, es que... ahg. Tienes todo un ramo, ¡y encima todas las flores las hiciste a mano! Yo, yo solo tengo un girasol.
De manera lenta, María bajó las delicadas y hermosos tulipanes.
—¿Qué dices? No seas tonta, Bonita. Los girasoles están bastante caros, más en estas fechas.
Silencio. Mi mirada bajó a mis pies, sentí la interrogante de Mary formarse en el aire.
—En realidad... yo lo robé —mentí.
De nuevo, silencio.
—¿Qué? —preguntó, completamente atónita.
—Sí, es que... bueno...
—¿Qué hiciste, Karol? —su voz pasó de tener un tono avergonzado a uno teñido de gracia. Dió un paso en cercanía y tomó, teniendo ambos ramos de por medio, mis manos.
Mi mirada no abandonó el piso en ninguno de esos momentos.
—Es que ya sabes que la vecina filipina tiene girasoles en su jardín —expliqué la mentira.
Antes de que pudiera justificar a más profundidad mi supuesta acción de dudosa moral, María soltó un suave risa. Al instante me encontré acompañándola.
Nuevamente, al mismo tiempo, las dos tiramos al piso nuestros cursis regalos.
Llevé una mano a su mejilla, María cerró sus ojitos, y posó sus manos en mi pecho. Me puse de puntillas; María al notarlo, se agachó unos centímetros. Nuestros labios se conocieron.
Nos besamos, de manera torpe, lenta, dulce. Estando ambas en la soledad del parque y teniendo de fondo el colorido y rojizo atadecer, con flores a nuestros pies y un frío viento moviendo nuestros cabellos.
Sonreímos, tímidas, en medio del beso.
Así fue nuestro primer beso.
*
*
*
Nota de la autora:Helloooooo como están?
Saben? Estaba escribiendo el capítulo 15 y es woaaaah me gusta bastante. Ya quiero que lo conozcan.
En fin... cómo están jajajaja
Ah! Les quería aclarar que los lugares (San Rosita) son inventados y de mi autoría. Jiji
Buenis... me voy que tengo clases! Feliz jueves, los tqm mis amores.
Besos!
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Bonita
AléatoireKarol está a tres meses de casarse con Nahuel, alias "el amor de su vida". Pero por pedido de su madre, se ve obligada a regresar a su casa y pueblo natal; dónde se reencuentra con su familia, amigos, vecinos, su ex mejor amiga... y su ex amante. Em...