Capitulo 22

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Actualidad.

Apenas el reloj marcó las seis de la mañana, María y yo tomamos nuestras cosas, y abandonamos la cabaña.

A ese punto del día, ya casi todos mis familiares se habían marchado, mis propios padres se irían media hora después de nuestra despedida.

Le comentamos de nuestro viaje a mis padres y tío, todo estuvieron de acuerdo. Pese a la cara de disgusto de Martín, él se ofreció a llevarnos a nuestras respectivas casas en busca de mayor cantidad de ropas, y posteriormente a llevarnos a la terminal. Por supuesto, esto después de asegurarse que una tía podía hacerse cargo y llevar a la abuela Celia a su casa.

Y ahora, aquí estamos, yo sentada de copiloto al lado de mi tío, y María en los asientos de atrás, al lado de mi valija y su pequeño bolso.

Desde el momento uno, cuando nos subimos al auto, no se dijo palabra alguna. Nos hemos vistos envueltos por un silencio incómodo, nada más cortado por el ceño prevalecientemente fruncido de Martín. Hasta ahora, que llegamos a la terminal y estaciona el auto. Es momento de despedirnos de Martín, una despedida de cinco días. No es tanto tiempo, pero después de no haberlo visto por ocho años, el tiempo parece más largo y la despedida más pesada.

Me giro hacía él, Martín continúa con las manos sobre el volante y con la mirada perdida en las calles de San Rosita.

María se inclina sobre su asiento, quedando más próxima a mi tío. Yo soy la primera en hablar.

—Tío, muchas gracias por traern-

—Les voy a decir esto una vez, y solo una vez —me interrumpe, serio, aún con la vista en la carretera. Noto recién entonces el blanco de sus nudillos, rodea el volante con fuerza.

Giro hacia María, ella luce confundida. Yo estoy igual que ella.

Sin embargo, antes de que cualquiera pueda modular cualquier tipo de palabra o respuesta, Martín vuelve a hablar:

—No me parece lo que están haciendo. Me parece una idea muy estúpida, siendo honesto. María, estás siendo de una manera ridículamente inmadura e inconsciente; y Karol, jamás creí que podrías llegar a ser tan egoísta —suelta un suspiro. Ni yo ni María encontramos voz para responder lo que sea, por más estúpida que fuese la respuesta—. No estoy de acuerdo con ustedes, pero sé que ninguna de las dos me hará caso, así que no me queda más remedio que apoyarlas. Solo... espero que estén conscientes de lo que significa esto que están haciendo, que lo más probable es que termine muy mal, para ambas; y que las dos terminarán irremediablemente lastimadas.

***

—¿Estás lista para esto? —pregunto, intentando sonar despreocupada.

Subo el bolso de María a arriba de nuestro asiento, en la rejilla. Una vez el bolso guardado, tomo asiento al lado de Mary, ella está a mi derecha, contra y viendo a través del vidrio de la ventanilla. Tiene su cabello amarrado en una cola alta, dejando ver a la perfección el dibujo en la piel de su cuello, y todas las facciones de su rostro.

Al ser tan de mañana, el sol da sus primeros rayos, está algo nublado y fresco, sin embargo, no hace suficiente frío para vestir abrigo. Quizá mañana llueva aquí en San Rosita.

—Nerviosa —responde, antes de dejar caer toda su espalda contra el respaldo, cierra los ojos—. No soy de salir mucho de San Rosita, y no pude despedirme de mamá.

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