Actualidad.
—Nahuel, quiero que vengas, ya.
Esto no puede estarme pasando.
Es viernes por la mañana, se supone que hoy, al amanecer, llegaría Nahuel de La Capita; así, antes del mediodía, ya estaríamos en la cabaña donde celebraremos el cumpleaños de la abuela. Pero ya son las diez de la mañana, y Nahuel todavía no ha llegado.
—Ya te lo expliqué, amor. En serio que lo lamento, no sabes cuánto desearía poder estar ahí. Pero...
—No, escúchame tú a mí —le interrumpo— se supone que vinimos a San Rosita por esto, Nahuel, solo por esto. ¿Cómo es posible que ahora no te presentes? Mi abuela y toda mi familia quieren conocerte, ¿Qué se supone que les diga?
—Karol, amor, lo lamento, en serio, lo siento. No es que no vaya porque no quiera, desearía estar ahí, pero el señor Bunge me pidió que lo represente, junto con otros altísimos abogados, es un caso difícil. Regresaré a San Rosita el sábado por la mañana, junto contigo, es lo máximo que puedo hacer, llegaré justo para el campamento.
—¿Campamento? —resueno, confundida y olvidando por un momento todo lo demás de la conversación.
—Sí, ¿no se supone que íbamos a acampar con tus papás y tu tío Martín? Pensé que en eso habíamos quedado, apenas llegamos a San Rosita lo hablamos con tu tío y con tu papá. ¿O acaso ya no lo vamos a hacer?
—Oh, sí, lo había olvidado... Espera, ese no es el punto. No me desvíes el tema.
Unos suaves golpes resuenan en la puerta de mi habitación, acto seguido, entra por la puerta mamá. Tiene el ceño fruncido y su porte, más la mirada que me dirige, me hace saber que no está nada feliz. Se cruza de brazos en el marco de la puerta, no parece tener intención de moverse de allí. Así como parece que Nahuel no tiene intención de llegar.
Suelto un suspiro y bajo la mirada a la almohada al lado de mis piernas, sobre la cama.
—Lo sé, Karol. Y en serio lo lamento, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?
—Solo digo, que mínimo me hubiese gustado que me avisaras que no llegarías con anticipación. Gracias por hacerme quedar como idiota con mi familia —y le corto la llamada.
Luego me disculparé con él. Luego de que él se disculpe conmigo, por supuesto.
Lanzó el teléfono lejos de mí, este cae sobre la cama. Llevo mis manos a mi rostro.
¿Qué se supone que le diga a mi familia?
A los segundos, siento a mamá sentarse a mi lado. Bajo las manos, y en efecto, ahí está mamá: sentada al lado mío y mirándome con expresión preocupada.
—Nahuel no vendrá, ¿verdad?
—No —respondo, con enojo en la voz.
Pareciera que mamá piensa que me siento mal al respecto o algo por el estilo, pero no es el caso. Solo estoy enojada por el inmaduro y egoísta actuar del hombre que será de mi esposo, pero, bueno y lo admito, también siento culpabilidad por la forma en la que le hablé.
Me pongo de pie antes de que mamá tome mis manos entre las suyas y terminemos hablando de mis sentimientos respecto a lo que acaba de hacer Nahuel.
No me malentiendan, sí, agradezco que mamá esté interesada y que quiera que hablemos del tema. Pero no siento necesaria la charla, y mucho menos siento la confianza para hablar de mi vida amorosa con mi mamá.
—Estoy bien —le digo, la preocupación en la mirada de mamá disminuye de manera considerable—. Solo vámonos con la abuela, no quiero hacer perder más tiempo.
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Bonita
AcakKarol está a tres meses de casarse con Nahuel, alias "el amor de su vida". Pero por pedido de su madre, se ve obligada a regresar a su casa y pueblo natal; dónde se reencuentra con su familia, amigos, vecinos, su ex mejor amiga... y su ex amante. Em...