Capitulo I: A Escondidas.

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“Los sentimientos juegan al escondite”

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“Los sentimientos juegan al escondite”.
Mario Benedetti.


Solo podía escuchar mi respiración de bajo de la cama, la puerta de mi habitación se abre, tapó mi boca y mi nariz para que no escucharán mi respiración en ella misma, la silueta entra y llega al borde de la cama, se agacha y cuando me ve, me agarra de los brazos sacándome debajo de la cama:

— Te atrapé. -Dice papá riéndose.

Empiezo a gritar y luego entra mamá y dice:

Te encontramos ahora nosotros nos escondemos.

Ellos se van y yo empiezo a contar 1,2,3,4,5,6,7,8,9,10 listos o no, aquí voy.
Salgo de mi habitación y busco por todo el inmenso castillo de Windsor, era tan grande que era imposible de encontrar a mis padres así de fácil, así que tendría que pensar sigilosamente.

¿En dónde me escondería si fuera ellos?

— ¡Ya sé, en la galería de Leonardo Da  Vinci! — Me dije a mi misma.

Corro hasta allá, y cuando llegó digo:

— Sé que están por aquí. — Afirmé en un susurro.

Escucho a Mamá reírse, sigo buscando.
Veo unas Zapatillas detrás de la cortina, la jaló.

— ¡Te encontré! — Grité riendo.

Y resulta que ellos no están allí.
Salgo al patio los enormes árboles del bosque, el jardín era muy hermoso, el aroma de las flores y los tulipanes eran satisfactoriamente rico como el perfume de mamá, así que no podía distinguir cuál era cuál.

Cuando noto que alguien me está mirando observó bien el patio y veo a un chico agacharse, lo veo y camino hacia el cuando llegó el chico nota que ya me había dado cuenta de su presencia sale corriendo y yo le digo:

¡Espera no te vayas! — Exclamé en un susurró.

Del otro lado de la valla verde estaba un niño aproximadamente de mi edad o un poco mayor, era lindo de piel clara, pero estaba sucio al igual que su ropa estaba negra por las cenizas al momento de quemar la paja y la madera.

Él frena y se voltea, su cabello un poco largo rozaban de su frente con el movimiento del aire.

— A tus padres no le gusta que yo ande por estos lados del castillo. —Manifestó el niño mirando a su alrededor.

— Tranquilo ellos están adentro escondidos, estamos jugando a las escondidas. — Contesté alegre.

— ¿¡No estás un poco grande para jugar a eso!? — Cuestionó él sacudiéndose el pantalón.

— No, no lo creo. — Me reí.

— ¿Podemos ser amigos? — Pregunté encantada.

— ¿Amigos? Bromeas, tú crees que tu padre te deje hablar con una persona como yo.
— Contestó el puntualizando lo dicho.

Los Sitzwohl Secretos Ocultos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora