Capítulo 12

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REGINA

Hay algunas mañanas en las que todo parece brillar, esos días felices que te venden en las películas con pájaros cantando en la ventana y los rayos de sol iluminando tu piel mientras tu cabello vuela con una suave brisa. Tenía que reconocer que las cosas empezaban a fluir demasiado bien, pero David con su lengua entre mis piernas no me dejó pensar demasiado, apreté la sábana con fuerza y gemí su nombre mientras alcanzaba el orgasmo.

-Buenos días -lo escuché decir.

Yo estaba intentando recuperar el aliento y él se alistaba para continuar, me hubiese encantado quedarme en la cama todo el día, pero tenía cosas importantes de las cuales ocuparme. Lo detuve, retirando sus dedos de mi interior, dándole un beso y apartándolo suavemente; era un poco injusto de mí parte, pero hice una nota mental para compensarlo.

-¿A dónde vas? -dijo tomándome de la mano.

-Tengo cosas que hacer, debo darme un baño.

-Pues me baño contigo.

-No -puse un beso en sus labios y me alejé de inmediato para no quedar atrapada en sus brazos-. Prometo que te lo compensaré.

-¿Es en serio?

Esquivé su mirada de incredulidad y corrí al baño, minutos más tarde tuve que hacer lo mismo escapando de casa, David no entendía qué podía ser tan importante, pero nada que una mentira no pudiera cubrir.

-¿Qué puede ser tan importante?

-Trabajo.

-Voy contigo.

No era habitual en él ser tan pegajoso, y eligió el peor de los momentos para serlo. Necesitaba hablar con Jefferson en mis propios términos, llevar a David conmigo solo lo arruinaría todo. Lo vi ponerse una camiseta y supe que tenía que convencerlo de quedarse. Me acerqué, empujándolo hasta llevarlo de regreso a la cama, sus manos estuvieron sobre mí de inmediato y pude sentir su erección creciendo mientras me movía sobre su regazo.

-Te lo voy a compensar -dije apartando mi boca de la suya-. Voy por unos papeles y regreso. Lo prometo.

Quizá mi actitud le pareció sospechosa, o estaba enojado de quedarse con las ganas, pero definitivamente ninguno de mis intentos fue suficiente. Llegué hasta mi auto y él apareció tras de mí, me quitó las llaves, como uno de esos esposos posesivos que no logras quitarte de encima. Pensé todo el camino que necesitaba mejorar mis habilidades para mentir correctamente, porque él podía no decirlo, pero yo notaba que él estaba dudando de mí.

-Te espero aquí -dijo al estacionarse.

-¿No vas a seguirme hasta la oficina y asegurarte que no tengo un amante escondido esperándome?

Soy solo un esposo que quiere pasar el día con su bella esposa.

-Sí, claro -los dos intercambiamos sonrisas falsas.

Bajé del auto y subí enojada por cualquier papel que pudiera encontrar, me tomé mi tiempo para revolver la oficina, renegando mentalmente de mi tonta actitud, ¿por qué lo había dejado acompañarme? Bastaba con decir que no y punto. No podía creer que estaba comportándome como una mujer sumisa e incapaz de hacer respetar sus deseos.

-Pero si es nuestra forastera impertinente.

Fue imposible no demostrar sorpresa ante la voz de Leopold White, se me revolvía el estómago con solo mirarlo.

-¿Qué haces aquí?

-Lo mismo podría preguntar yo.

-No sabía que fueras dueño de este edificio.

Control de DañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora