30. Gomitas rosadas

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Si hay errores, ya saben, ignoren todo eso :P

***

Al día siguiente, un roce de labios me había despertado casi al medio día. Abrí los ojos con pesadez, soltando un bostezo porque aún tenía mucho sueño y estaba cansada. Cierta persona era culpable de eso, ahora que se aguantara.

Volteé el rostro, encontrándomelo con una sonrisita pícara en el rostro mientras me miraba de pies a cabeza. Seguí su recorrido, encontrándome con mi cuerpo descubierto sin ninguna prenda; mi vista se quedó en mi vientre, ese que tenía un camino de chupetones hasta mi monte de venus.

Hice una mueca. Le gustaba mucho marcarme, y no sabía si era por posesividad o simplemente le encantaba que tuviera marcas de él. Probablemente los dos.

Solté otro bostezo, incorporándome con lentitud y barrí toda la habitación en busca de mi ropa. Sin embargo, lo único que encontré fue mis cosas regadas por todos lados, después de todo, no había arreglado mi cuarto y no me gustaba que las muchachas de servicio lo hicieran. Era mi desorden, era mi deber mantenerlo limpio. Además, me daría un infarto si encontraran alguna prenda de Adrián, pues tenía la costumbre de dejarme las camisetas a mí para que las usara como pijama.

—¿Y mi ropa? —murmuré, sintiendo la voz pastosa. Aclaré mi garganta.

Se encogió de hombros.

—En tu armario, supongo.

Claro, ayer mi vestido había quedado hecho trisas porque a cierto señorito le dio pereza quitarlo y lo peor es que ¡era uno de mis favoritos! Y no aguanté cuando terminamos, solo me quedé tendida en la isla de la cocina porque sí, lo hicimos ahí. Luego solo sentí como me llevaba en brazos hasta que llegamos a mi cuarto. No sabía si habíamos dormido juntos o no, pero, por su aspecto, sabía que no lo habíamos hecho.

Cuando lo hacíamos, era el último en despertar y rara vez lo hacía yo, también no despertaba tan sereno y arreglado, sino todo lo contrario. En cambio, yo, siempre me levantaba con mi cabello hecho un nido de pájaros.

—¿Por qué no dormiste conmigo? —reclamé, saliendo de la cama para ir a mi armario. Él me siguió, adentrándose junto a mí. Me observó buscar unas bragas y ponérmelas, incluso estaba de travieso tocando las demás y fue inevitable que mis mejillas no se coloraran cuando alzó unas que tenían figuritas de corazoncitos en color rosado pastel que nunca usaba con él—. ¡Dame eso! —chillé, arrebatándoselas.

Soltó una carcajada.

—He de admitir que son lindas, seguro se ven preciosas cubriendo tu culo —rodeó mi cintura por detrás, llevando una mano a mi cuello para levantarme la cabeza y conectar nuestros ojos—. Y contestando a tu pregunta, no lo hice porque seguro tu madre o mi padre nos iban a buscar y no me iba a llevar el riesgo de ser encontrados juntos cuando se supone que somos unos hermanitos muy cariñosos que se aman con el alma.

—En algo no te equivocas, sí nos amamos con el alma —me volteé, echándole los brazos al cuello. Tuve que posar mis pies descalzos en sus botas de combate para quedar un poco más alta. Seguía desnuda, solo con las bragas, así que mis tetas se mantenían presionadas contra su pecho cubierto por una camiseta gris.

—Lamentablemente.

Le di un puñetazo en el hombro que le hizo hacer una mueca, aunque sabía que no le había dolido nada porque parecía una roca.

—Ok, lamentablemente, te recuerdo que te arrodillaste ante mí para que te perdonara por algo que no hiciste. Eso no fue muy badboy de tu parte, amor.

Soltó un gruñido.

—No me compares con ese cliché, por favor. Yo soy un chico normal, no un chico malo —se estremeció al decir lo último. Sabía que le causaba cringe.

Exceeding Limits |Libro 1| |BORRADOR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora