cap 8

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Thalía: Lo son -respondió, muy seria-. Como ha dicho Percy, no toquéis nada. Esto es la chatarrería de los dioses.

Grover: ¿Chatarra? -recogió una bella corona de oro, plata y pedrería. Estaba rota por un lado, como si la hubiesen partido con un hacha-. ¿A esto llamas chatarra? -Mordió un trocito y empezó a masticar-. ¡Está delicioso!

Thalia le arrancó la corona de las manos.

Percy: ¡Hablo en serio!

Bianca: ¡Mirad! —exclamo. Se lanzó corriendo por la pendiente, dando traspiés entre bobinas de bronce y bandejas doradas, y recogió un arco de plata que destellaba—. ¡Un arco de cazadora!

Soltó un gritito de sorpresa cuando el arco empezó a encogerse para convertirse en un pasador de pelo con forma de luna creciente.

Bianca: Es como la espada de Percy.

Zoë la miraba con severidad.

Zoë: Déjalo, Bianca.

Bianca: Pero...

Zoë: Si está aquí, por algo será. Cualquier cosa que hayan tirado en este depósito debe permanecer aquí. Puede ser defectuosa. O estar maldita.

Bianca dejó el pasador a regañadientes.

Thalía: No me gusta nada este sitio —dijo, aferrando su lanza.

Percy: ¿Crees que nos atacará un ejército de frigoríficos asesinos? —bromeó.

Thalía  le lanzó una mirada fulminante.

Thalía: Zoë tiene razón, Percy. Si han tirado todas estas cosas, habrá un motivo. Y ahora en marcha. Tratemos de salir de aquí.

Percy: Es la segunda vez que estás de acuerdo con Zoë —rezonguó, pero ella no le hizo caso.

Todos avanzamos con cautela entre las colinas y los valles de desechos. Aquello parecía no acabarse nunca y si no soy buena para las caminatas largas, y si no llega a ser por la Osa Mayor, seguro que nos habríamos perdido, porque todas las montañas parecían iguales. Y lo de la disque "chatarra" me tentaba, lo que hize fue seguir caminando.

Percy miraba la guitarra con la forma de la lira de Apolo, y la tentación le ganó, tenía en sus ojos con unos brillos, y Grover se encontró un árbol de metal roto. Lo habían cortado en pedazos, pero algunas ramas tenían todavía pájaros de oro y, cuando él los recogió, se pusieron a zumbar y trataron de desplegar sus alas.

A un kilómetro divisamos el final de la chatarrería y las luces de una autopista que cruzaba el desierto. Pero entre nosotros y la autopista…

Merfiri: porque no fuimos por ahí

Bianca: ¿Qué es eso? —exclamó.

Justo enfrente se elevaba una colina más grande y larga que las demás. Tenía unos seis metros de altura y una cima plana del tamaño de un campo de fútbol, lo que la convertía en una meseta. En uno de sus extremos había diez gruesas columnas metálicas, apretujadas unas contra otras.

Bianca arrugó el entrecejo.

Bianca: Parecen...

Grover: Dedos de pies —se adelantó.

Bianca asintió.

Bianca: Pero colosales.

Zoë y Thalia se miraron, nerviosas.

Thalía: Daremos un rodeo —dijo—. A buena distancia.

Percy: Pero la carretera está allí mismo —protestó—. Es más fácil trepar por ahí.

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